José Luis Cuéllar Garza / Ultima llamada

AutorJosé Luis Cuéllar Garza

A mi hijo Nicolás, priista y zamorista cabal.

Por obvio que parezca, PAN y PRI perdieron mucho el 2 de julio. El PAN, porque dejó esfumar prácticamente la escasa mayoría que lo llevó a ganar el Poder Ejecutivo en el 2000, igual que la confianza de una ciudadanía que votó por Vicente Fox esperando que un cambio de régimen conllevara un programa de reformas favorable a los sectores mayoritarios del País, luego de haber padecido sucesivamente el fracaso del populismo, una cruel sucesión de crisis económicas y al fin, los rigores de las políticas de ajuste impuestas por la agenda neoliberal.

Perdió también el Revolucionario Institucional. Porque ambos institutos políticos -querámoslo o no, compañeros de ruta en la modernización política y la democratización nacional-, no fueron capaces de pactar a tiempo, con responsabilidad y eficacia, los acuerdos legislativos que cimentaran el programa de gobierno que hubiera llevado a México a un estadio superior en su desarrollo institucional, económico y social. Había que haber trabajado juntos, sin dobleces ni dobles mensajes: contra la inseguridad, que ahora -aprovechando el vacío de poder existente- se ha colado hasta el último rincón del territorio; por una reforma política eficiente apoyada en el federalismo plural existente -mismo que, paradójicamente, fue asfixiado por las burocracias partidistas centrales-, por una política económica progresista, inteligente, apoyada en los consensos que ambos partidos hubieran podido abonar en los ámbitos empresarial, obrero, campesino y popular.

Pero ya se sabe que el hubiera no existe, y menos, menos en política. Faltó experiencia en unos y generosidad en otros; sobraron veleidades y escaseó la prudencia; no hubo conciencia de la responsabilidad histórica sino la prevalencia de intereses mezquinos.

La derrota compartida el 2 de julio no surgió por generación espontánea. A lo largo de los últimos seis años, ambos partidos resintieron las tensiones que desembocaron en esta crisis política. Las contradicciones fueron inocultables y se tradujeron en distanciamientos (del PAN con Fox), rompimientos y migraciones (del PRI al PAN y al PRD) de algunos cuadros muy valiosos; procesos que ahora, con la Presidencia de la República en vilo, hacen obvia la pifia cometida y ponen en ridículo a los tránsfugas. Ahora, de frente a la nueva configuración parlamentaria, ambos partidos tendrán que repensarse, recomponerse, reinventarse. Y jugar, de cara a la Nación, con verdadera...

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