José Luis Cuellar Garza / Cáncer Ejidal

AutorJosé Luis Cuellar Garza

Una de las exigencias más extendidas en la sociedad mexicana es la de contar con la mínima certidumbre jurídica para formar un patrimonio, promover un negocio o desarrollar una inversión estable a largo plazo. Y cuando se habla de incertidumbre en la inmensa mayoría de los casos la gente se refiere, de una u otra manera, a los problemas derivados de la complejidad que ha adquirido en México la gestión de la garantía individual más preciada en el universo liberal: el derecho de propiedad.

El derecho de propiedad en México está cruzado a lo largo de los siglos por las diversas circunstancias o etapas de la organización social de la nación. En el mapa de la República mexicana se sobreponen así los derechos originarios de los pueblos indígenas, cuya titularidad ha debido ser reconocida, luego de muchas batallas, igual para los pueblos Yaqui, Mayo, Seri, que Nahua o Lacandón.

Estos derechos sobrevivieron a la etapa Colonial, donde los propios ejidos y comunidades indias adquirieron un estatuto propio, reconocido muchas veces por la corona y las autoridades virreinales.

El México liberal de los reformistas del Siglo 19, cuyo modelo constitucional aspiraba a construir un mundo de propietarios individuales no alcanzó, ni remotamente, a borrar las estructuras y el ordenamiento construidos a lo largo de tres siglos, aunque sí a complicar todo el andamiaje jurídico que heredaríamos en el Siglo 20.

Ya se sabe que la revolución mexicana de 1910 fue activada desde distintos frentes por movimientos y sectores sociales que expresaban también distintas visiones de la sociedad y la economía. Grandes terratenientes, modernos pequeños propietarios o ganaderos desde el norte, igual que comuneros en el sur, reivindicando sus derechos frente al latifundio, todos confluyeron en la Ciudad de México y luego en Querétaro para armar una Constitución en la que se reconoce, por primera vez, a la propiedad privada junto con la propiedad social, ejidal y comunal.

Lázaro Cárdenas fue el Presidente que llevó más adelante el proyecto revolucionario plasmado en la Constitución, repartiendo un gran número de extensos latifundios y dotando así a muchos mexicanos con tierras propias, que no podían sin embargo, ser enajenadas, ni gravadas, ni embargadas. Sobre estos derechos, el Estado mexicano posrevolucionario montó un aparato paternalista que desgraciadamente, muchas veces derivó en la improductividad, la corrupción y la miseria.

Aparte del drama social y productivo que se fue...

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