José Luis Cuéllar Garza / La agenda obrera y el PAN

AutorJosé Luis Cuéllar Garza

El sistema presidencialista mexicano fue edificado a lo largo de dos décadas, desde la promulgación de la Constitución de 1917 hasta 1938, cuando el Partido Nacional Revolucionario fundado por Calles se transformó en el Partido de la Revolución Mexicana, a partir del modelo corporativo diseñado por Lázaro Cárdenas.

En este largo proceso se consolidaron los tres pilares del edificio presidencial: la jefatura política de los sectores integrantes del PRM (obrero, campesino y luego, popular y militar), el liderazgo sobre el partido en su conjunto (que se traducía en la capacidad para nombrar a su sucesor) y un paquete de facultades metaconstitucionales que inhibían el federalismo y la división de poderes.

Este orden político se tradujo en un régimen antidemocrático sumamente eficaz para garantizar la estabilidad requerida para transitar de la convulsión revolucionaria a la modernización nacional. Está por verse, en una urgente relectura histórica, qué tan eficiente resultó un sistema que supuso grandes dosis de paternalismo (especialmente en el campo, donde ejidos y comunidades permanecieron aislados de la realidad productiva), igual que mecanismos de proteccionismo al aparato productivo, donde la industria floreció gracias a la garantía de barreras arancelarias frente a la competencia y de bajos salarios asegurados por el control sindical ejercido por las organizaciones que militaban en el partido oficial.

El sistema presidencialista se fue desmontando a lo largo de cinco décadas, como se desarma una pieza de relojería. Primero, gracias a una serie de reformas constitucionales que retiraron facultades al Ejecutivo a favor de otros poderes y ámbitos de gobierno y otorgaron autonomía a algunas instituciones centrales de la vida económica y política (el IFE, el Banco de México) y luego, como efecto secundario de la creciente pérdida de hegemonía del PRM transformado en PRI, hasta que el Presidente Ernesto Zedillo decidió "cortarse el dedo" renunciando a la tácita facultad de nombrar al candidato presidencial.

La alternancia política alcanzada el año 2000 parecía sellar el derrumbe definitivo del modelo presidencial, ya que el vínculo Presidente-PRI se había esfumado.

Pese a todas estas operaciones más o menos eficaces y traumáticas, no está muy claro que ha pasado con una de las vertientes del modelo: la de la relación entre el sector obrero y el PRI. Es cierto que las reformas legales que prohibieron la afiliación corporativa (o que otorgaron...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR