José Luis Cuéllar Garza/ Descubrir el agua tibia

AutorJosé Luis Cuéllar Garza

Tal y como ocurre cada año, apenas acercándose febrero la inmensa mayoría de los tapatíos (finalmente desafectos a los fríos) empezamos a soñar con la llegada de la primavera. Entonces aparece con igual puntualidad la misma, recurrente y efímera preocupación anual que llega con el fantasma del estiaje: ahora sí habrá escasez de agua en Guadalajara y sufriremos de tandeos.

E igual que ocurre cada año los funcionarios y gobernantes en turno empiezan a desgranar, con la misma parsimonia con que lo hicieron sus antecesores, un catálogo consabido de soluciones, amenazas y buenas intenciones: vamos a traer más agua, ya no vamos a extraer más de Chapala, hay que desarrollar y fomentar una auténtica cultura del ahorro entre la población, debemos trabajar juntos -los Municipios metropolitanos, el Gobierno del Estado y la Federación-, habría que empezar a pagar lo que de veras cuesta, hagamos una campaña coordinada, apliquemos, ahora sí, fuertes sanciones a quienes desperdicien el líquido vital.

Y ya parece por lo pronto que en este nuevo año -que quisiéramos tan único y distinto, año de transiciones y alternancia, principio de siglo y de Milenio- estaríamos dispuestos a cumplir el mismo ritual con una frialdad suicida. La semana antepasada los Alcaldes de la zona conurbada se reunieron por primera vez con el director del SIAPA para analizar la situación, alarmados luego hablaron de la necesidad de diseñar una campaña conjunta para crear conciencia entre la población y casi coincidieron en aquello de imponer multas a los derrochadores. Muy pronto aparecieron las primeras diferencias: unos prefieren empezar por hacer algunas advertencias, otros estudian campañas educativas a nivel municipal y el resto lo estaría pensando. Igual y podríamos darnos el lujo de esperar un año más viendo pasar las mismas declaraciones, las mismas discusiones, las mismas promesas, los mismos desacuerdos hasta que lleguen las lluvias -esas lluvias guadalajarenses, tan pródigas como inmerecidas-, y con ellas el alivio temporal, el refresco a la preocupación ocasional, la prueba natural de una condición privilegiada que apenas pasado el Día de San Juan Bautista nos permite regresar a la comodidad y los hábitos de siempre: que se preocupen los que no tienen grandes aljibes, podemos resistir los más fieros tandeos, ni qué alarmarse por el aumento de tarifas.

Todo indica, sin embargo, que en este 2001 tendríamos que empezar a reaccionar. Desde 1997 la Comisión Nacional del Agua...

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