José Javier Villarreal / Capilla Alfonsina, baluarte cultural

AutorJosé Javier Villarreal

POETA Y SECRETARIO DE EXTENSIÓN Y CULTURA

El 25 de septiembre la Universidad Autónoma de Nuevo León celebró su 90 aniversario.

El Estado de Nuevo León está muy cerca de cumplir sus primeros 200 años de vida; las cátedras de Derecho y de Medicina, cimientos de nuestra Máxima Casa de Estudios, están cercanas en el tiempo a dicha fundación política.

Varias obras literarias, que hoy reconocemos como parte sustantiva de nuestra tradición, se las debemos a autores que nacieron o hicieron suya esta geografía.

Entre estos clásicos se encuentra fray Servando Teresa de Mier, autor de sus laberínticas Memorias; también, primer Diputado por nuestro Estado.

Alfonso Reyes, otro imprescindible de la literatura nacional, estudió y editó su obra. Emitió, desde Brasil, en 1933, su Voto por la Universidad del Norte. Al concluir su periplo diplomático, en 1939, se estableció en Ciudad de México.

El arquitecto regiomontano Carlos Rousseau construyó su casa donde viviría sus últimos años rodeado de sus libros y objetos más queridos.

Su amigo, el escritor español, Enrique Díez-Canedo, bautizó esa casa-biblioteca, proclive a las tertulias y encuentros literarios, con el nombre de Capilla Alfonsina.

El 13 de junio de 1972, por decreto presidencial, su casa, libros, revistas y documentos, como muebles y piezas de arte, pasaron a ser Patrimonio de la Nación.

Años más tarde, el 14 de enero de 1980, gracias a las gestiones de la Rectoría de la UANL, como de intelectuales y profesores nuevoleoneses, otro decreto presidencial determinó que el acervo bibliográfico y las revistas de Alfonso Reyes permanecieran bajo el resguardo de nuestra Máxima Casa de Estudios.

Así se fundó, el 13 de noviembre de 1980, uno de los espacios icónicos de la UANL y del norte de México: la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, que abrió sus puertas al público en enero de 1981.

Alfonso Reyes murió el 27 de diciembre de 1959.

En 1981, yo era un estudiante que cursaba la carrera de Letras Españolas; es posible que para entonces ya hubiese leído, en un rincón de la cafetería de la Facultad de Filosofía y Letras, Piedra de Sol, de Octavio Paz.

En el acervo de Alfonso Reyes, de la Capilla Alfonsina Biblioteca Universitaria, se encontraba la primera edición, que publicó la UNAM en 1957, de Sendas de Oku, de Matsuo Bashô, en traducción de Octavio Paz y Eikichi Hayashiya.

Recuerdo la emoción y el sudor que me corría por la espalda, los rayos de sol entrando por los ventanales de la sala, el halo...

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