José Núñez Castañeda/ Los estragos del desorden

AutorJosé Núñez Castañeda

No lo podía creer, pero era una realidad. En la Avenida de los Insurgentes se circulaba a buena velocidad y todos los automovilistas avanzábamos en orden, sin pretender dar la vuelta prohibida, pasar el alto o estacionarnos en cualquier parte. Varias decenas de agentes de tránsito dirigían a los automovilistas y lograban el milagro de orden. Quienes llevaban años de circular con desorden a lo largo de Insurgentes, debieron sorprenderse y darse cuenta de lo que habían causado con su vieja actitud.

Este operativo de Insurgentes es una lección importante, porque demuestra que muchos de los problemas de la ciudad y del país tienen su origen en los estragos que produce el desorden y la falta de decisión para poner orden. El caótico sistema de transporte colectivo, con camiones, combis y microbuses que improvisan terminales, transforman toda la calle en parada de ascenso y descenso de pasaje o cambian de carril como si fueran conejos perseguidos por cazadores; mejoraría enormemente si alguien pusiera un mínimo de orden. La falta de higiene en un mercado público se debe a que muchos no cumplen las normas elementales y lo mismo sucede con el aseo de baños públicos y de algunas universidades y con la limpieza de las calles.

El desorden hace posible la violación constante de las normas relativas al uso del suelo, la proliferación de fraccionamientos ilegales, un servicio de taxis sin control y con un número creciente de taxis piratas y la destrucción de las áreas verdes. Cuando somos víctimas del desorden protestamos y exigimos a la autoridad que aplique la ley. Si el desorden nos beneficia contribuimos a que forme parte de...

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