José Luis Cuéllar Garza / La empresa de Arcediano

AutorJosé Luis Cuéllar Garza

La vida de Philip Semmelweis es uno de los ejemplos más hermosos de la voluntad del ser humano para vencer la ignorancia y los prejuicios y de la capacidad de la ciencia para alcanzar soluciones concretas en beneficio de la gente.

Cuando este médico llegó al Hospital General de Viena en 1844, morían en las salas de obstetricia 36 parturientas sobre un total de 208 ingresos. Se trataba de mujeres provenientes de los estratos más bajos de la sociedad que terminaban falleciendo a consecuencia de la pavorosa fiebre puerperal, entonces tenida como una secuencia nefasta, compañera frecuente e inevitable del parto. Había en todo aquello algo inquietante: en las salas atendidas por parteras la mortalidad materna no pasaba del uno por ciento, mientras que en las atendidas por estudiantes de medicina la tasa rebasaba el 10 por ciento.

Los estudios realizados, concluían que había alguna relación entre el paso del séquito que cada mañana llevaba la comunión a las internas, precedido de un monaguillo que hacía sonar una pequeña campana y el irregular patrón de mortandad. Cuando murió el profesor Kolletscha, luego de sufrir una herida en el antebrazo al realizar una autopsia, su inquieto colega no paro hasta demostrar que el contacto con el material putrefacto de los cadáveres -llevado en sus manos por los médicos y estudiantes que más tarde harían exploraciones vaginales-, era causante de la fiebre. Pronto se descubriría el término microbio, el bacilo del ántrax y el mecanismo de su transmisión por esporas y se establecería el sencillo protocolo que obligaba a todos los que entraran a una sala de partos, a lavarse cuidadosamente las manos en una palangana con agua clorada. Luchando contra la suciedad en hospitales y la pereza de médicos, enfermeras y estudiantes, la enfermedad desapareció.

He recordado esta epopeya fascinante ahora que la Universidad de Guadalajara dio a conocer el Informe del Comité Técnico de Análisis del Proyecto de Arcediano, porque me parece que esta evaluación ampliamente difundida pondrá en juego nuestra capacidad (me refiero a quienes tenemos algún vehículo de formación de opinión pública) para ayudar a la comunidad a comprender fenómenos complejos, igual que nuestra voluntad para buscar salidas constructivas, racionales y dialogadas frente a proyectos de gran envergadura que ponen en juego todas las capacidades, habilidades y conocimientos acumulados en la sociedad (donde tienen gran responsabilidad las instituciones de...

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