José Woldenberg / México, campeón mundial

AutorJosé Woldenberg

-¿Quién va a ganar el Mundial?, me preguntaron.

-México, por supuesto. Respondí.

Y ante la cara de incredulidad del interrogador, agregué: y si no, no pasa nada.

Sigo sosteniendo mi respuesta. La única manera de gozar -y sufrir- el Mundial es tomando partido por un equipo. Y optar por uno distinto al tricolor resulta no solo impropio sino imposible. Porque irle a Bosnia-Herzegovina o Nigeria sería muy retorcido; a Brasil, España, Alemania o Argentina, demasiado oportunista, y a Camerún o Australia, extraño. El deporte permite y fomenta un patrioterismo epidérmico -que dentro de ciertos límites- no hace daño a nadie.

Cuando afirmo que México será el campeón no estoy expresando una certeza, menos aún el resultado de un análisis o de una sesuda reflexión. Se trata de un deseo, de una ilusión, de un ensueño. Porque el asunto así lo demanda. Se trata de un juego y el acercamiento al mismo debe ser lúdico, emocional, ganoso. Como el del niño que imagina que un día será Cristiano Ronaldo o Memo Ochoa, y no hay por qué ser el aguafiestas que llega con la desalentadora noticia de que solo uno entre 2 millones de aspirantes logra destacar en un equipo de primera división.

No se trata, por supuesto, de ser optimista o, peor aún, falsamente optimista. Sumarse a las filas de esos que ven el futuro de manera favorable, luminosa, me parece lamentable. Y execrables son los que pontifican que hay que "pensar positivo" porque nuestras vibras influirán en el seleccionado nacional. Esas paparruchas son dignas de videntes y merolicos. Se trata de dejarse envolver por el ambiente, de ir a los partidos como quien acude a una fiesta esperanzado, como quien se apresta a tomar un avión que lo transportará a unas felices vacaciones.

Algo extraño ha sucedido, y no solo entre nosotros. Ahora resulta que las opiniones sobre el deporte deben ser ponderadas, analíticas, prudentes, racionales. Algo que reiteradamente se encuentra ausente cuando hablamos de los asuntos importantes. Una transformación radical impulsa a decir tontería y media sobre política, economía, relaciones familiares o libros; pero a comportarse seriamente ante el futbol.

No soporto la gravedad y la flema en la contemplación del deporte. Lo que lleva invariablemente a convertir un descalabro en el campo en una tragedia. Comentaristas y aficionados que ante una derrota reaccionan como si vieran a un niño atropellado por el ferrocarril. Gritan, lloran, gesticulan...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR