José Luis Lezama / Economía y política de la obesidad

AutorJosé Luis Lezama

En la fresca mañana del 29 de agosto de 1996, el doctor Stuart Rich, connotado cardiólogo de Chicago, estudioso de la obesidad, parecía no sólo contento sino liberado de un gran peso moral: había cumplido con una obligación ética como médico e investigador. Regresaba a su oficina después de una entrevista en el programa de televisión de la NBC, Today, en la que había expuesto las evidencias de que el medicamento Redux, un supresor del apetito utilizado en Europa para combatir la obesidad, vendido desde abril de 1996 por la farmacéutica Wyeth en Estados Unidos, podía llegar a provocar la muerte por hipertensión pulmonar. La paz que lo embargaba se vio de pronto interrumpida al recibir una llamada telefónica en la que un funcionario de Wyeth lo amenazaba por las revelaciones que acaba de hacer, advirtiéndole de los peligros que corría de continuar haciendo públicos sus hallazgos médicos.

Del 3 al 5 de junio de 1997, la Organización Mundial de la Salud (OMS) tomó la decisión de declarar la obesidad como una epidemia mundial. El descenso del índice de masa corporal a 25 puntos para determinar la condición de sobrepeso fue, al mismo tiempo, un hecho económico. La declaratoria de epidemia de la OMS tuvo un efecto tal vez no deseado: la industria dedicada a la fabricación de alimentos y servicios dietéticos amaneció de pronto con un mercado insospechado, no sólo constituido por el de las personas calificadas como clínicamente obesas, sino por el más amplio, con algún tipo de sobrepeso, o el de quienes se acercaban a los límites de la nueva definición de lo normal y lo patológico. Millones de personas en el mundo entraron en pánico ante el problema o el estigma de la obesidad, convirtiéndose en consumidores recurrentes, cautivos a veces, de la industria dietética.

La industria alimenticia resultó triunfadora con la declaratoria de epidemia, particularmente cuando se le mira desde la perspectiva de los negocios y se considera la obesidad como un mercado. Al emerger la obesidad como fenómeno público global, además de ofrecer los productos que engordan y los que supuestamente adelgazan, compañías como Heinz, Unilever y Nestlé se apresuraron a comprar las acciones de las empresas dietéticas más exitosas en Wall Street, como fueron los casos de Weight Watchers, Slimfast y Jenny Craig, entre otras.

Es una industria generosa, sólo que su bondad es...

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