José Woldenberg / ¿Por qué la mala fama?

AutorJosé Woldenberg

De nuevo algo que ya sabíamos o intuíamos: los ciudadanos se encuentran desencantados con la democracia. En una encuesta realizada por Reforma en agosto pasado, el 54 por ciento de las personas contestó "insatisfecho" a la pregunta: "¿está usted satisfecho o insatisfecho con el funcionamiento de la democracia en nuestro país?". Y sólo el 36 por ciento respondió que se encontraba satisfecho.

Y la confianza en las instituciones también va a la baja. Las Fuerzas Armadas son las únicas que obtienen calificaciones aprobatorias: 70 por ciento en marzo de 2007 respondió que tenía mucha o algo de confianza, pero en agosto de 2008 el porcentaje había descendido a 63. El IFE pasó de 55 a 43; la Corte, de 49 a 40; el Senado, de 36 a 24; la Cámara de Diputados, de 34 a 24; y los partidos, en último lugar, de 27 a 22.

Los nutrientes de ese desaliento y desconfianza son muchos: la actuación de las propias instituciones y de manera especial los partidos, el estancamiento económico, las condiciones de vida material de millones de personas, la forma en que se informa sobre la vida pública y súmele usted. Y si nos ocupáramos solamente de la mala opinión que generan los partidos encontraríamos causas universales y específicas. Haré alusión a las primeras siguiendo algunas de las indicaciones de un sugerente artículo de Juan J. Linz (en José R. Montero, Richard Gunther y Juan J. Linz. Partidos políticos. Viejos conceptos y nuevos retos, Trotta, Madrid, 2007. p. 277-305) de manera libre. Retomo seis acusaciones que se repiten en todo el orbe.

  1. Los partidos dividen al pueblo. Cada partido, como su nombre lo indica, es y debe ser sólo una parte de la pluralidad política. Y dada la existencia de esa pluralidad la competencia entre partidos resulta inescapable. No obstante, "mucha gente se siente atraída hacia los símbolos de unidad de la nación". No es casual la alta adhesión que reciben, por ejemplo, las Fuerzas Armadas y las bajas calificaciones de los partidos. La diversidad y la competencia propias de la democracia y que encarnan en los partidos son vistas con desconfianza de cara a un ideal irrealizable, la presunta unidad de la sociedad. Así, "los partidos podrían ser las víctimas de las contradicciones inherentes al papel fundamental que tienen en los regímenes democráticos; su función básica es representar los intereses de segmentos específicos de la sociedad en el conflicto institucionalizado, mientras que la mayoría de la gente continúa valorando la...

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