José Woldenberg / Votos y mítines

AutorJosé Woldenberg

Las elecciones son el evento que convoca a la participación del mayor número de ciudadanos en un mismo día. Los ultrapolitizados y los normalmente refractarios a la vida política por igual pueden y ejercen un derecho fundamental. Ricos y pobres, urbanos y agrarios, norteños y sureños, empleados y desempleados, conforman, sin exclusiones, el "mundo electoral".

Los mítines o marchas, por definición, sólo convocan a los seguidores de una causa particular. Se trata de la expresión legítima de una franja de la sociedad, pero sólo de una franja. Digo "por definición" porque si todos estuvieran de acuerdo con esa causa los propios mítines y manifestaciones serían innecesarios.

Las elecciones son la punta de un iceberg civilizatorio. Ese día los ciudadanos eligen a gobernantes y legisladores luego de campañas en donde afloran los distintos diagnósticos y propuestas que ponen en juego la diversidad de corrientes políticas que coexisten en una sociedad. Tienen una importantísima derivación (visible y asible): la construcción de gobernantes legitimados.

Los mítines suelen consumirse en sí mismos. Son, sin duda, un expediente del quehacer político, fórmulas para impulsar alguna causa, para hacerse visible, para enfrentar determinada política, para cohesionar a una base de apoyo, etcétera, pero su derivación suele ser más evanescente, tiende a evaporarse con el tiempo.

Las elecciones son algo más que una muestra representativa de la sociedad. Pretenden, teóricamente, ser un censo, aunque ello nunca se logra (salvo en los regímenes despóticos en donde supuestamente vota el 99.9 por ciento de las personas). Pero es el expediente político al que más ciudadanos concurren.

Los mítines no son ni pretenden ser muestras representativas. Asisten a ellos los que tienen las mismas convicciones y desean expresarlas en público. Pero se trata siempre de un subconjunto de la población.

El que vota es el individuo. En soledad apoya o castiga las ofertas que aparecen en la boleta. Lo puede hacer luego de prestar atención a las campañas, de debatir con sus familiares y amigos, de leer información pertinente, o en el otro extremo, alimentado sólo por imágenes imprecisas que se generan a lo largo del litigio pre-electoral. Pero el individuo sabe que su voto es uno y sólo uno. Es un recurso insípido.

El que asiste a un mitin quiere ser parte de una masa, identificarse con ella, saber que comparte sueños y esperanzas con otros similares a él. La euforia tiene que ver, por un...

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