José Woldenberg / De policías y ladrones

AutorJosé Woldenberg

No soy policía ni detective. Tampoco quiero serlo. Pero no se requiere ser Kurt Wallander para opinar sobre lo siguiente.

  1. Viernes 15 de febrero de 2008. Avenida Chapultepec 348, cerca de la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal. 14:37 horas. Un hombre muere en la calle al explotarle un petardo de "manufactura casera" que presuntamente iba a colocar cerca de las instalaciones de la policía. Dice un rescatista de la Cruz Roja: "Quedó como si fuera de película... tenía exposición de vísceras; le faltaban las piernas y un brazo" (Reforma, 16-02). Se trataba de Juan Manuel Meza Ochoa, alias, El Pipen. Originario de Veracruz, estudió en el CCH Vallejo, tenía 44 años, era divorciado y sólo tenía trabajos eventuales. "Era una persona inestable emocionalmente, con problemas económicos, de alcoholismo y drogas, informó la Procuraduría General de Justicia del DF" (21-02).

    Tania Vázquez, una joven de 22 años, vendedora de ropa en Tepito y madre de un niño de 6 años, sobrevive a la explosión y es internada en el hospital Rubén Leñero con quemaduras en cara, piernas y brazos. En su primera declaración dice que no conocía al hombre muerto. Fue la casualidad, la triste casualidad -afirma- la que los juntó.

    No obstante, el 18 de febrero aparece un profuso video filmado por las cámaras que en la calle tiene colocadas la Universidad de las Américas, en el cual se puede observar que Tania y Juan Manuel sí se conocían. En el video ambos caminan, platican, se abrazan, entran en contacto con otros hombres y un vehículo. Tania pasa entonces de testigo a presunto cómplice y de víctima hospitalizada a indiciada y arraigada. Cambia de opinión: "cooperaré, mi vida peligra" (El Universal, 23-02).

    El video pasa una y otra vez en los noticieros de televisión y a través de los portales de los principales periódicos. No deja de ser sorprendente y una rara coincidencia que un intento de crimen con "bomba", que acaba destrozando al portador, haya sido filmado y que en nuestras casas y oficinas podamos observarlo. El espíritu morboso y voyerista, absolutamente mayoritario, puede gozar de un platillo excepcional. Una historia auténticamente violenta, sin maquillaje, fiel y explosiva, se convierte en un bocado fuera de serie. Todos somos ahora investigadores policiales, especuladores imaginativos, testigos de la neta. En esa dimensión nada nuevo, todo es predecible y decepcionante.

    No obstante, pregunta el aguafiestas, ¿es correcto que evidencias inculpatorias...

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