Jorge Volpi / Primer corte

AutorJorge Volpi

Durante la larga noche de la hegemonía priista, los informes de gobierno nunca fueron eso: cortes de caja en los cuales el titular del Poder Ejecutivo comparecía ante los miembros de otro poder, el Legislativo, para dar cuenta de sus acciones y recibir la retroalimentación o las críticas a su gestión anual. En la realidad, eran extenuantes monólogos, que llegaban a prolongarse por horas, cuyo único fin era exaltar sin medida a la figura presidencial. Una fiesta privada, pues, para cada mandatario, lo más alejada posible de las sesiones de control de las democracias parlamentarias.

Luego de nuestra penosa transición a la democracia, los presidentes Calderón y Peña procuraron desembarazarse de esta obligación y de las feroces respuestas de los opositores, enviando su informe por escrito al Congreso para que sus integrantes lo glosaran y comentaran por su cuenta, eliminando todavía más cualquier perspectiva de un auténtico balance de resultados. En todos los casos, la fecha del informe sirvió, más bien, para que cada gobierno nos inundara con un sinfín de promocionales destinados a la pura autocelebración. Muy acorde con su estilo personal de gobernar, centrado obsesivamente en sí mismo, Andrés Manuel López Obrador también entregará su informe por escrito y dirigirá ese día, desde Palacio Nacional, un mensaje a la nación.

¿Qué ha ocurrido con el país en estos agitados meses? ¿Cuál es el balance inicial de la Cuarta Transformación? Acaso el dato más relevante sea que, a pesar de los errores, los titubeos y la improvisación que se han sucedido en este tiempo, el optimismo de los ciudadanos hacia su Presidente se mantiene en niveles pocas veces vistos en el mundo. La razón es clara: en este tiempo, AMLO ha sabido mantener el control de la narrativa política del país, sin que ningún otro actor -ni la inexistente oposición ni sus iracundos críticos en los medios o en las redes- haya sabido contrastarla o desmentirla.

López Obrador recibió, en efecto, un país en ruinas, devastado por la violencia, la corrupción y la impunidad, y machaconamente ha repetido este diagnóstico, justo y verídico, a lo largo de estos meses. Nadie puede negar que tiene razón, del mismo modo que su desempeño personal, convertido en estandarte de su gobierno...

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