Jorge Volpi / Políticas del virus

AutorJorge Volpi

No sabemos si son parte de la vida o solo se aprovechan de la vida, pero sí que los virus son, en esencia, información. Su interior no es sino un trozo de material genético, recubierto con proteínas, con las instrucciones precisas para invadir un organismo y valerse de sus recursos para reproducirse. Son diminutas máquinas ciegas que se limitan a ejecutar órdenes. No deja de resultar paradójico que uno de estos obcecados programas -para colmo dotado con un gran talento para viajar de un ser humano a otro- se haya convertido en la mayor amenaza para nuestra sociedad de la información.

Lo que hoy contemplamos, por primera vez en tiempo real, es cómo este robot autorreplicable -esta aviesa cadena de bits- se extiende a lo largo y ancho del orbe gracias a una interconexión -la rapidez de las comunicaciones y los desplazamientos- que no habíamos conocido nunca. Desde que China reportó el primer caso, no pasaron ni cuatro meses -un parpadeo histórico- antes de que el mundo entero esté a su merced. Y, si una vacuna no lo detiene, se calcula que el 70 por ciento de los humanos terminaremos por conservarlo en nuestras células.

Jamás había ocurrido algo semejante. Epidemias y plagas abundaron en el pasado, pero en sociedades cuyos contactos con otras civilizaciones eran pequeños o nulos y donde la información fluía con enorme lentitud. Por ello el Covid-19 luce como la enfermedad prototípica de la globalización neoliberal: un padecimiento que parece provenir de la esencia misma de la cultura que hemos construido en los últimos treinta años y que se vuelve contra ella misma.

Con la caída del Muro de Berlín y de la Unión Soviética, concebimos un mundo que aspira a ser un mercado: intercambios comerciales -y de información- sin fronteras nacionales, reservadas solo para las personas. Un mundo donde el Estado ha quedado reducido al mínimo y donde hasta los servicios públicos terminan en manos privadas. Un mundo de frágiles democracias y gigantes autoritarios como China. Un mundo donde prima el egoísmo y se desdeña la solidaridad. Un mundo donde unos cuantos concentran casi todo el poder y la riqueza. Un mundo obscenamente desigual.

Este es el mundo que a la vez encarna y pone en peligro el coronavirus. Lo primero que hemos visto ha sido un inesperado resurgimiento...

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