Jorge Volpi / Hasta nunca

AutorJorge Volpi

Al fin. Después de casi cinco años, parece que por fin nos libraremos -que el mundo entero se librará- de Donald Trump. Ha sido el tiempo que me he visto obligado a escribir su nombre una y otra vez en las páginas de Reforma, las cuales dieron lugar al pequeño panfleto que titulé, justamente, Contra Trump. Cinco años, desde que inició su campaña, plagados de mentiras, de odio, de rencor. Y cuatro años de su Presidencia que pusieron en vilo al planeta por sus ataques al multilateralismo, a la cooperación internacional, a la ciencia -sobre todo en temas ambientales-, a la cultura, a la diversidad y a la fraternidad. Cuatro años en los que usó a los mexicanos y en general a los latinoamericanos como chivos expiatorios y durante los cuales convirtió a México en dócil siervo de sus políticas económicas y migratorias.

No podría haber mejor noticia, en medio de la implacable pandemia que nos estremece, que su derrota. No ha sido fácil: debido a las anacrónicas complejidades del sistema electoral estadounidense -anclado en un respeto totémico por las decisiones de los Padres Fundadores-, los millones de votos con los que Joe Biden lo supera han sido casi irrelevantes frente a los mínimos márgenes alcanzados en los estados clave. Lo que en cualquier otro país hubiera sido una victoria aplastante del demócrata, allá es visto como un triunfo por los pelos que nos ha mantenido al borde de un ataque de nervios toda esta semana. Un triunfo que revela, sobre todo, la profunda división de un país que se construyó una imagen de sí mismo anclada en la democracia pero que no ha sido capaz de deshacerse drásticamente de un autoritario.

Sería largo enumerar los graves daños que Trump le hizo a Estados Unidos y al mundo en estos tormentosos años: minó una a una todas las instituciones nacionales y globales; normalizó la zafiedad y la mentira como armas políticas; legitimó desde la Presidencia el racismo, la xenofobia y la misoginia; incitó a la violencia a sus seguidores y exacerbó entre ellos el sentimiento de haber sido no solo abandonados, sino engañados; y, en sus últimos días, incluso logró heredarles a sus compatriotas una Suprema Corte ultraconservadora y una profunda desconfianza hacia su sistema electoral. Deja, además, un...

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