Jorge Volpi / Foto final

AutorJorge Volpi

El tercer debate marcó, en términos prácticos, el final de la larguísima campaña presidencial; el inicio del Mundial, este jueves, señala, a su vez, la inevitable pérdida de atención hacia los candidatos -por más que ellos continúen empeñados en sus disputas- y la sensación de que la contienda ha quedado definida. Resulta poco probable que vayan a modificarse las tendencias fijadas hasta ahora: López Obrador en el primer lugar, cerca de la mayoría absoluta; Anaya en un lejano segundo puesto; y Meade pisándole los talones (del Bronco y sus provocaciones no vale la pena ocuparse). El encuentro ha servido, más bien, para observarlos juntos por última vez y atisbar, en sus conductas, palabras y silencios, una suerte de postrera foto de familia de nuestra élite política.

Más que por las propuestas de cada uno, la fase final de la campaña ha quedado marcada por el uso faccioso de las instituciones y la guerra sucia desatada contra el candidato del Frente. Sorprende que no estemos más escandalizados por la manera como el gobierno se ha empeñado en destruirlo: desde la embestida contra AMLO en 2006, no habíamos visto un afán tan desmedido, por parte del poder, para desbarrancar a un candidato. Que el mismo día en que iba a celebrarse el debate se haya filtrado un nuevo video en su contra -varias horas de cháchara que no aportan ningún elemento nuevo a su proceso- y que se haya anunciado que la SEIDO atraería la denuncia por lavado de dinero -alimentada, para colmo, por un senador de su propio partido- da cuenta de la furia presidencial hacia Anaya.

Sintiéndose cada vez más amenazado, éste se decidió a responder quebrando una de las pocas reglas del juego que continúan en vigor desde el antiguo régimen: la promesa de juzgar por corrupción tanto al propio Peña Nieto como a sus colaboradores. Esta "estrategia nuclear" muestra su grado de desesperación, filtrado claramente en el debate pese al estricto control de sus gestos y emociones al que nos tiene acostumbrados. Nun- ca habíamos visto a un Anaya así, tan angustiado como desafiante, con una voz a punto de quebrarse: "Ustedes han querido decir con sus ataques que son...

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