Jorge Volpi / Falsos positivos

AutorJorge Volpi

Ha transcurrido ya una buena parte de la escalofriante Hasta los dientes (Alberto Arnaut, 2018), cuando al fin presenciamos la escena crucial: en el video tomado por una cámara de seguridad, un grupo de soldados irrumpe violentamente en las instalaciones del Tecnológico de Monterrey tras la refriega protagonizada minutos antes a unos pasos de allí. No cabe duda de lo que observamos: los militares disparan, invaden, arremeten y, una vez conscientes de su yerro -su monumental, aciago yerro-, intentan cubrir sus pasos, lavar sus culpas, hacer lo que todos los cuerpos de seguridad en este país: encubrir su responsabilidad, manipular los hechos y torcer la verdad a su conveniencia.

Atestiguar esta historia hoy, en 2018, justo cuando se cumplen cincuenta años del movimiento estudiantil de 1968, provoca una sensación doblemente ominosa: igual que entonces, el Ejército se adentra violentamente en una institución de educación superior y asesina a dos estudiantes. Y, como hace cinco décadas, les echan la culpa a esos mismos jóvenes de su impericia, su sinrazón y su soberbia.

Los hechos son bastante conocidos: el 19 de marzo de 2010, luego de un enfrentamiento entre una banda criminal y el Ejército en las inmediaciones de las avenidas Eugenio Garza Sada y Luis Elizondo, en Monterrey -la peor época de violencia en esta ciudad, cuando los tiroteos eran moneda corriente-, un grupo de soldados se dio a la tarea de perseguir a los supuestos delincuentes hasta las puertas del Tec. Una vez allí, dispararon a mansalva, hiriendo de muerte a dos estudiantes, los amigos Jorge Antonio Mercado Alonso y Javier Francisco Arredondo Verdugo. Conscientes de lo que habían hecho, los militares procedieron a acomodar los cadáveres a su conveniencia, a golpearlos para volverlos irreconocibles y a sembrarles las armas largas con las que luego justificarían haber ultimado a dos sicarios "armados hasta los dientes".

Una operación tan chapucera como inverosímil, en la tónica habitual de esos primeros años de la guerra contra el narco. Sólo el esfuerzo denodado de sus familiares -generosamente retratados en el documental-, las pesquisas de la prensa y la incómoda honestidad del procurador de justicia del estado, permitieron acceder a la verdad. Lo terrible de este caso es que, de nueva cuenta...

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