Jorge Volpi / Cien fuegos

AutorJorge Volpi

Con el semblante severo, bien consciente de lo que hace, el Presidente López Obrador le tiende la mano al General Salvador Cienfuegos, Secretario de la Defensa durante el sexenio de Peña Nieto, y luego le entrega un reconocimiento ante las turbias sonrisas del General Luis Cresencio Sandoval, su sucesor en el cargo, y del Almirante José Rafael Ojeda, Secretario de Marina.

Cuando dentro de unos cuantos meses al fin se emprenda la revisión crítica de su Gobierno, este acto quedará en la memoria como el símbolo de la mayor traición a los principios que lo llevaron al poder en 2018.

La imagen resulta tan contundente, tan chocante, tan obscena, que esta vez cualquier intento de sus partidarios por justificarla ha sido en vano. La mayoría de quienes lo apoyaron en su larga campaña y que en su momento no se ahorraron las más ácidas descalificaciones contra Cienfuegos ha optado esta vez por un vergonzoso silencio.

¿Cómo arrostrar la idea de que AMLO, que para muchos continúa siendo el estandarte de la lucha contra la corrupción y contra los perpetradores de Ayotzinapa, hoy premie a quien ha sido identificado como la quintaesencia de esa corrupción y como uno de los autores clave de la manipulación que conocemos como "verdad histórica"?

Días atrás, López Obrador ya había sido suficientemente cínico en su desfachatada defensa del Gobierno de Peña Nieto en torno al caso: luego de que durante años sus simpatizantes no se cansaran de corear a voz en cuello la consigna fue el Estado para exhibir la complicidad de todos los órganos de seguridad en las desapariciones forzadas y las ejecuciones de los jóvenes normalistas, se limitó a concluir lo mismo que sus adversarios argumentaron desde aquellos aciagos meses de 2014:

Ni Peña ni Cienfuegos -y, para el caso, ni Murillo Karam- ordenaron las desapariciones o los homicidios, de modo que basta ya de decir que fue el Estado: en su nueva verdad histórica, cada vez más difícil de distinguir de la anterior, si acaso un puñado de militares -unas cuantas ovejas negras- auxiliaron a los delincuentes.

La vuelta de tuerca ha sido tan extrema, tan radical, que ha descolocado a todos los actores políticos del País. Quien fuera el más encarnizado crítico de esa mafia en el poder ahora la apoya sin reservas: sus seguidores -o al menos los que callan- amanecen...

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