Jorge Volpi / Cataluña y la sinrazón

AutorJorge Volpi
  1. El mundo está dividido en dos, mitad contra mitad. Nos lo repiten a diario como una ineludible realidad de nuestro tiempo. Como si hubiésemos vuelto a la Guerra Fría. El conflicto catalán es el mejor ejemplo. Los medios parecerían empeñados en mostrarnos el enfrentamiento brutal entre dos actores: de un lado, Cataluña; del otro, el Estado español. Como si -en palabras de Yaiza Santos- fuese un partido Barça-Real Madrid.

  2. Quizás los primeros interesados en regresar a esta anacrónica lógica bipolar sean quienes se presentan como líderes de cada bando: acá, Rajoy (bendecido por el rey); allá, Puigdemont (alebrestado por Junqueras). Primero, tendríamos que reparar en que los únicos beneficiarios del maniqueísmo son ellos, los maniqueos.

  3. No se trata, tampoco, de ser equidistante. Esa es la otra visión errónea, éticamente desfalleciente. Sostener que uno hizo tal cosa porque el otro hizo tal otra, e intentar equilibrarlos, es tan torpe como vitorear a uno u otro.

  4. ¿Quiénes son los más olvidados e incomprendidos en esta historia? Esos miles o acaso millones de catalanes que no se identifican a ciegas con una posición o la otra. Quienes, sintiéndose catalanes -o más o menos catalanes-, ni quieren la independencia -o no la independencia ilegal de Junts Pel Sí- ni toleran la cerrazón de "Madrid", es decir, del gobierno español. Sus matices ideológicos son incontables y por eso nadie los escucha. Si en algo han coincidido Puigdemont, Junqueras, Rajoy y Felipe VI es en su voluntad por no verlos. Por no hablarles. Por hacer como si no existieran, pues son la refutación de su relato.

  5. El nacionalismo es una de las mayores taras de la humanidad desde que éste se consolidó como ideología en el siglo XIX. En su nombre se han cometido las mayores atrocidades. En el centro del nacionalismo se halla la voluntad de diferenciarse del otro y en especial de los vecinos. El catalán, como cualquier otro nacionalismo, es cerrado, miope, excluyente. Idéntico al español.

  6. España -y al decir España incluyo obviamente a Cataluña- es un país donde he vivido 5 años y al que quiero entrañablemente. Sin embargo, siempre me pareció anacrónico. Se integró a la modernidad a velocidad supersónica (a partir de 1976), pero con instituciones y costumbres del siglo pasado. La monarquía. La Iglesia (aún mezclada con el Estado). Y unas élites burguesas orgullosas de su estrechez: justo los pilares del nacionalismo...

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