Jorge Volpi / Bipolares

AutorJorge Volpi

No son lo que dicen, o más bien son muchas otras cosas además de las que dicen; fingen sin tregua: a veces, ser ellos mismos y a veces, cuando las circunstancias lo exigen, ser otros muy distintos, o quizás es que son de una cierta manera -la que se espera de ellos, la que sus fanáticos o sus asesores les exigen- y a veces de la contraria -la que les sale de las entrañas o la que se filtra a pesar de las arduas sesiones de coaching-; podría decirse que tienen personalidades escindidas o dobles, tal vez múltiples, que en ocasiones los conducen a la euforia y en otros a la depresión o la ira. Candidatos bipolares. Un nombre más técnico que farsantes o embusteros. Más clínico. Lo asombroso es que en esta campaña -o en esta nueva farsa que es el periodo de intercampañas- todos sean así. Votaremos, irremediablemente, por distintas versiones del doctor Jekyll y Mr. Hyde, sin saber si le atinaremos a uno o a otro. Analicemos sus expedientes.

Cuando el paciente 1 despierta de buen humor, se muestra amoroso, cálido, desprovisto de rencores. Ha olvidado los ultrajes pretéritos, las argucias y las trampas, los golpes bajos, las comparaciones con monstruos de todas las calañas. En esta fase, predica con una moral de penitente, reparte bendiciones a mansalva, perdona hasta a sus mayores enemigos, ofrece la otra mejilla y a muchos incluso los acomoda en su regazo; habla bajito, exhibe su humildad cristiana, su fervor familiar, y acepta el baño de multitudes como una confirmación de la fe en su propia misión. Basta, sin embargo, que se sienta provocado o poseído para que su bonhomía se transforme en furia bíblica: arremete contra cualquiera que ose siquiera criticarlo, se asume perseguido por fuerzas malignas y demonios agazapados, truena y excomulga, no escucha otra voz que la suya, que deviene una voz intolerante y colérica. ¿Cuál es el auténtico AMLO, el santo o el inquisidor?

La bipolaridad del paciente 2 no deriva tanto de su propio carácter -por lo general apacible, reflexivo, moderado, un punto aburrido-, sino de la oposición entre sus palabras y sus actos, o entre la imagen que tiene de sí mismo, y ofrece a los demás con candidez, y quienes lo acompañan. Se exhibe intachable, incólume, independiente. Sin ataduras ni...

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