Jorge Suárez-Vélez / Con el viento en contra

AutorJorge Suárez-Vélez

Toda política es local. Pero toda elección es influida por la percepción del entorno. La elección presidencial del primero de julio quizá ocurra en medio del entorno más cambiante en décadas, tanto en lo regional como en lo global.

Después de la crisis económica de 2007-2009, vimos el mayor estímulo monetario en la historia. Los bancos centrales iniciaron un agresivo proceso de impresión de dinero (y de reducción de tasas de interés a niveles nunca antes vistos) para evitar que la economía global entrara en un proceso de depresión similar al de los años treinta. Hicieron lo correcto pues la evitaron.

Diez años después se aproxima el fin del ciclo. Cuando los bancos centrales estimulan así buscan que aumente la demanda por crédito, aprovechando las bajas tasas de interés y que ese sea el mecanismo que reanime a la economía. En esta ocasión eso no ocurrió, al menos en Estados Unidos, pero otro mecanismo de transmisión logró lo deseado. La fortísima alza en los mercados de activos provocó que los estadounidenses se animaran a consumir, pues sus necesidades de ahorro eran satisfechas con creces por generosas alzas en todos los mercados: acciones, inmuebles, arte, etcétera.

Esta ha sido la recuperación económica global más débil en 70 años. Pero hemos visto ocho años de crecimiento económico ininterrumpido en Estados Unidos y también mínima volatilidad en los mercados financieros, lo cual ha animado a muchos inversionistas conservadores a tomar riesgo, principalmente buscando compensar que si invirtieran en bonos de bajo riesgo recibirían tasas cercanas a cero.

Los mercados reflejan niveles exuberantes (tomando el adjetivo prestado del legendario Alan Greenspan). Si vemos el valor de los mercados globales de activos financieros y lo comparamos con el PIB generado por la economía mundial, en 1980 la comparación entre ambos era casi de uno a uno (12 billones de dólares contra 11), en 2017 esa razón fue de 3.3 a 1 (251 billones contra 75). Si analizamos la capacidad de generación de utilidades de las empresas con el precio que pagamos por sus acciones, ese múltiplo se encuentra en niveles sólo comparables con los alcanzados en 1929 y 1999. Aparece también especulación...

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