Jorge Suárez-Vélez / Suma-cero

AutorJorge Suárez-Vélez

Albert Einstein veía al nacionalismo como enfermedad, pero Yuval Harari dice que, en sus orígenes, permitió que individuos con poco en común trabajaran juntos.

Cuando los nacionalismos chocan, o impiden la cooperación global indispensable para resolver grandes problemas, se vuelven nocivos. También lo son cuando se vuelven excusa para prácticas autoritarias, o cuando detonan proteccionismo.

Según el mismo Harari, el populismo, también en ascenso, se nutre de sembrar discordia.

"Daña a la democracia, donde es necesario confiar en mis rivales políticos, aunque no esté de acuerdo con ellos; aunque crea que son estúpidos, no puedo pensar que son malvados o que buscan dañarme.

"Mis rivales no pueden volverse mis enemigos, pues si creo que corro peligro, entonces se vale lo que sea, legal o no, por la buena o por la fuerza, para evitar que mi rival llegue al poder".

Ahí estamos hoy con AMLO. Convenció a sus seguidores de que quienes nos le oponemos lo hacemos por motivos turbios.

Logró dividirnos entre buenos y malos, aliados y enemigos. En muchas partes, ser exitoso es motivo de admiración, en México ya es motivo de sospecha. Convenció a su grey de que el mundo es suma-cero. Si eres pobre, se debe a que alguien más es rico. Si te ha ido mal, seguro alguien se benefició de tu miseria. Y, en forma alarmante, los convence de que si algo es bueno para nuestros socios comerciales, eso mismo nos ha de perjudicar. Nada más absurdo.

Cuando dos países comercian, ambos se benefician. Uno más uno suma más que dos. Por eso, existe una relación directa entre niveles de intercambio comercial y crecimiento global. Si México es bueno haciendo televisores y los suizos hacen muy bien relojes, me convendrá intercambiar lo que hago con más eficiencia, calidad y a menor costo, con lo que ellos hacen así, en vez de yo ponerme a hacer relojes malos y caros. Ese intercambio me permitirá adquirir más de lo de ellos, y viceversa. Ganamos los dos.

Al unirnos al TLCAN hace 30 años, México logró, además, lo que sin éste era impensable: un marco regulatorio transexenal estable, predictibilidad a partir de reglas y leyes claras (que requerían del acuerdo de los tres países para alterarse, y ya no del capricho de un nuevo partido político en el poder), con la posibilidad de acudir a instancias supranacionales -sin sesgo nacional o ideológico- para dirimir desacuerdos. Eso fomenta inversión internacional y...

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