Jorge Salcedo Padilla Jr./ Desarrollo

AutorJorge Salcedo Padilla Jr.

Cada que visito España me sorprendo del grado de desarrollo económico que lograron en sólo unos años. La que era una de las naciones más pobres del viejo continente; la que proveía de mano de obra no calificada al norte industrializado; la exportadora de materias primas, como el jugo de naranja, hoy se ha convertido en una moderna economía, competitiva internacionalmente.

Es impresionante su inversión en infraestructura. Carreteras, aeropuertos, telefonía, ferrocarriles y muchas cosas más, cumplen con los más altos estándares europeos. El país que hoy veo contrasta radicalmente con la España de la posguerra, cuando México la superaba en casi todos los aspectos. Recuerdo muy bien su incipiente hotelería, su telefonía rudimentaria, y su muy básica industria. Nada que ver con la España moderna, uno de los países líderes mundiales en el turismo, entre otras cosas.

Sin embargo, qué tristeza, que lo que nos aventajan en cuanto a su desarrollo económico, es lo mismo que nos aventajan en subdesarrollo moral. Desde la caída del franquismo y la ascensión al poder del Rey Juan Carlos, los españoles se han dedicado a destruir casi todos los principios y valores morales de su tradición cristiana occidental. Con el pretexto de su inserción en la Unión Europea y en la modernidad, han aceptado sin cuestionamiento "valores" modernistas, que los han hecho perder la brújula. Una de las consecuencias más inmediatas ha sido la disminución de su tasa de crecimiento poblacional, hasta hacerse negativa, convirtiendo a España en el país con más proporción de ancianos en el mundo y con más posibilidades de ver la mayoría de su población sustituida por inmigrantes en el futuro próximo.

Como ejemplo de su ambigüedad moral, basta referirse a dos noticias aparecidas la semana pasada en los diarios españoles.

Por un lado, se habla de una sentencia del Tribunal Constitucional que "creará una doctrina de referencia sobre los límites de la libertad religiosa y su relación con los derechos a la vida, a la integridad, y a la libertad individual". La sentencia ¡ampara!, el derecho a la libertad de religión de unos padres -testigos de Jehová- que fueron condenados por el Supremo Tribunal a dos años y seis meses de prisión por la muerte de su hijo de 13 años, al que ninguno de los tres hospitales que le atendieron tras un accidente de bicicleta pudo trasfundir sangre. Cuando finalmente se le practicó la transfusión, era demasiado tarde y el menor falleció.

"El Tribunal...

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