Jorge Ramos Ávalos / Víctimas del tecnoestrés

AutorJorge Ramos Ávalos

Cada fin y principio de año me prometo lo mismo: bajarle al estrés, vivir más tranquilo, darme más tiempo y quitárselo a las obligaciones. Pero hasta el momento no lo he logrado. Para febrero ya rompí mi promesa. Es decir, vivo tecnoestresado.

¿Y qué es eso?

Bueno, no es un diagnóstico médico, pero si tienes que llevar tu teléfono celular a todos lados o lo dejas prendido en la mesita de noche, sufres de tecnoestrés, como yo.

Si durante los fines de semana checas los correos electrónicos de tu oficina, eres un tecnoestresado.

Si marcas el número 9 antes de hacer una llamada telefónica y luego te das cuenta de que estás en tu casa, no en la oficina, padeces de tecnoestrés.

Si traes el teléfono pegado a la oreja, como una especie de extraterrestre, no te puedes sacudir el estrés causado por los últimos inventos.

Hay más señales.

Si estás de vacaciones y quieres revisar tus mensajes de la oficina, eres el prototipo del tecnoestresado.

Si no puedes calcular el 15 por ciento de propina en el restaurante sin tu Palm Pilot estás tecnoestresado.

Si caminas enviando y recibiendo e-mails en tu i-phone, eres la imagen perfecta de un tecnoestresado.

Y si lo primero que haces cuando aterrizas de un vuelo es prender tu teléfono celular, incluso antes de que abran la puerta del avión, no tienes remedio: estás hundido en el tecnoestrés.

El tecnoestrés es la tensión nerviosa producida por la nueva tecnología. Se suponía que la tecnología nos iba a hacer más libres. Pero, por el contrario, nos ha vuelto esclavos de los gadgets y de los últimos inventos.

Durante años fui muy feliz sin teléfono celular, fax, beeper o localizador, internet, computadora ni contestadora de mensajes. Si alguien me quería encontrar, tenía que llamarme durante el día al trabajo, en la noche a la casa o escribirme una carta. Punto. Si no contestaba a mis amigos y familiares les quedaba claro que estaba viajando o que, sencillamente, no me daba la gana contestar.

Pero el virus de la tecnología me infectó poco a poco y ahora estoy totalmente contaminado.

Todo comenzó de una manera muy ingenua: escribiéndole e-mails a mi hija Paola. Y como dicen los militares al hablar de la guerra, tras conectarme a la internet y comprar un celular, sufrí terribles "efectos colaterales".

Aunque a lo largo de los años he cambiado de número varias veces, siempre me localiza gente con quien no tengo deseos de hablar y vendedores que no tienen deseos de callarse. Mis oídos están tecnoestresados.

Y mi...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR