Jorge Ramos / Nadie está seguro

AutorJorge Ramos

Después de una tragedia, los psicólogos recomiendan que hablemos con nuestros hijos y les digamos que están seguros. Que eso que ocurrió (y que vieron por televisión o en la computadora) no les va a pasar a ellos y que nosotros, sus padres y maestros, los vamos a proteger. El problema con ese mensaje es que no es cierto.

Estoy seguro de que eso le dijeron muchas veces a Martin Richard, el niño de 8 años de edad que murió cerca de la meta del maratón en las recientes explosiones de Boston. Martin, su hermana Jane -de 7 años-, su mamá y su papá fueron a comer un helado a las 2 y media de la tarde del lunes 15 de abril. Luego, se acercaron a la meta para ver a los corredores del maratón. Veinte minutos después Martin estaba muerto y su hermana y su madre estaban seriamente heridas.

Ésta es la foto del niño Martin Richard publicada por el diario Boston Globe (http://b.globe.com/ZXWiTV). En sus manos aparece un cartel que dice: "No lastimemos más a la gente. Paz". Lo hizo en su escuela, con el dibujo de dos corazones rojos, después de no sé qué tragedia. Pero esa foto se ha convertido en el doloroso símbolo de la masacre de Boston.

Imposible no filosofar un poco. Cuando ocurren cosas así nos sentimos muy vulnerables porque, la verdad, la familia Richard pudo haber sido la familia Ramos o la tuya. Los actos de terrorismo tienen, precisamente, esa característica: afectar a civiles que no tienen nada que ver con una causa política.

No se me ocurre nada que los padres de Martin o sus maestros podrían haber hecho para salvar su vida. Nada. Pero en la misma semana de su muerte, el Senado de Estados Unidos tuvo la oportunidad de salvar la vida de miles de niños y adolescentes y decidió no hacerlo.

Cuarenta y seis Senadores rechazaron una propuesta de ley que habría obligado a revisar los antecedentes penales de todas las personas que compran un arma. Eso evitó que se consiguieran los 60 votos necesarios para una nueva ley. La propuesta de prohibir rifles similares a los usados en las guerras de Iraq y Afganistán nunca tuvo apoyo. Tampoco la de reducir la cantidad de balas que se usan en los cargadores.

Lo que esto significa es que nada ha cambiado en Estados Unidos desde que en diciembre fueran asesinados 20 niños y seis educadores en una escuela de Connecticut. Hoy sigue siendo tan fácil y legal el conseguir el mismo tipo de armas como las que causaron esa matanza.

Parte del problema, es cierto, es la enorme influencia que ejerce la Asociación...

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