Jorge Ramos Avalos/ Los muertos de la frontera

AutorJorge Ramos Avalos

Desierto de California, en la frontera entre México y Estados Unidos.- Lo único que quedaba de María Isabel Pacheco, una madre de Tijuana de 47 años de edad, era un suéter negro tirado contra las piedras del desierto. ¿Para qué se habrá traído María Isabel un suéter a un lugar donde las temperaturas sobrepasan los 120 grados fahrenheit (o casi 49 grados centígrados)? Junto al suéter vi una botella de suero para niños, sin abrir. ¿Estaría tan débil que ni siquiera tuvo fuerzas para desenroscar la tapa de la botellita con el líquido? Imposible saberlo. Lo cierto es que María Isabel murió después de caminar cuatro o cinco días en el desierto de California en su intento de cruzar ilegalmente de México a Estados Unidos.

No iba sola. María Isabel se llevó al desierto a sus cinco hijos, de entre 10 y 17 años de edad, y buscó la ayuda de dos polleros o coyotes para que los llevaran a Estados Unidos. Para los traficantes de inmigrantes la familia de María Isabel era un buen negocio. En la Central de Camiones de Mexicali, Baja California, me dijeron que "la cruzada" cuesta unos mil 200 dólares por persona. "Eso es lo mínimo", me aseguró un taxista cuyo segundo trabajo es "engancharle" posibles inmigrantes a los polleros.

No sé cuánto pagó María Isabel para intentar cruzar con sus cinco hijos. Lo que sí sé es que los agentes del servicio de inmigración de Estados Unidos (INS) la encontraron muerta el lunes 20 de agosto del 2001 a la una de la tarde, cuando el sol pega como martillo. Aún estaba a decenas de millas de la población más cercana. Sus pulmones, su hígado, los riñones, se chuparon; murió de deshidratación. Sus cinco hijos y los dos traficantes de indocumentados fueron detenidos poco antes. Y aquí viene lo más trágico de todo.

Cuando los polleros vieron que María Isabel se estaba muriendo, la dejaron tirada en el desierto y obligaron a sus hijos a seguir adelante. Cuando se despidieron, María Isabel estaba agonizando. Pero sólo el niño mayor, el de 17 años, se enteraría poco después de que su mamá había muerto. Los agentes del INS no quisieron decirles nada a los menores.

María Isabel terminó, como muchos inmigrantes mexicanos, en una morgue de la ciudad de Brawley, California. Vi su cadáver dentro de una bolsa plástica color amarillo perico. Y como los encargados de la morgue no sabían su nombre, le inscribieron como identificación el número 173 a la bolsa. María Isabel perdió hasta su nombre en el desierto.

Ahora bien, ¿por qué murió ella y...

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