Jorge Ramos Ávalos / Contra terroristas

AutorJorge Ramos Ávalos

Viajo más de lo que quisiera. Por trabajo. Por placer. Para ver a los que quiero.

Así que los aeropuertos son mi calvario. Y en estas fechas aún más.

Como cualquiera, odio esperar. Y los aeropuertos son el lugar al que uno va a esperar. Hay aeropuertos que odio más que otros. Con el de Miami tengo una relación de odio-amor. Me parece uno de los más ineficientes, feos y mal administrados que conozco, incluyendo a los ratones que hace unos meses me acompañaron en una sala de espera. Pero, al mismo tiempo, es mi trampolín para el mundo, lo conozco muy bien y la nueva (y carísima) terminal es espectacular.

Así que lo acepto como si fuera un familiar muy lejano al que hay que soportar de vez en cuando.

Esperar mucho me permite observar mucho. Y lo que he visto recientemente en los aeropuertos de Miami, La Guardia y John F. Kennedy, en Nueva York, Washington, Los Ángeles, Denver, México, París, Roma y Atenas me tiene confundido. Y seguramente a posibles terroristas también.

Los puestos de seguridad en todos estos aeropuertos tienen reglas y prácticas muy distintas. Los artículos que dejan pasar en unos son prohibidos en otros. Y siempre me quedo con la percepción de que esas inconsistencias reflejan poco entrenamiento, ausencia de acuerdos internacionales y la triste sospecha de que los agentes de seguridad no saben exactamente qué están buscando.

Ejemplos. Aún sigue siendo un misterio para mí por qué los champús, cremas y líquidos que les quitaron en los puestos de seguridad a los pasajeros que viajaban conmigo desde Miami pueden pasar como si nada en los aeropuertos de Roma y Atenas. Las revisiones siempre parecen más estrictas en Estados Unidos que en el exterior.

Supuestamente no puedes llevar contenedores con más de tres onzas de líquido. Pero ¿qué pasa si uno lleva 5 o 10 frasquitos con dos onzas y media cada uno? Además ¿quién sabe calcular exactamente cuánto son tres onzas? Molesta mucho cuando un agente de seguridad te quita una pasta de dientes a medio usar o una medicina sólo porque cree que se pasa del límite, aunque no está seguro.

En Nueva York me tuve que quitar la chaqueta, el cinturón y los zapatos durante la revisión de seguridad antes de abordar. En Europa no; pasé tan vestido como un esquimal. En Denver me exigieron llevar conmigo el pase de abordar al cruzar el detector de metales; en Roma ni siquiera me lo pidieron para entrar al puesto de seguridad. En Atenas querían ver mi pasaporte dos y tres veces, hasta para vuelos...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR