Jorge Ramos Ávalos / Sólo queremos que nos crean

AutorJorge Ramos Ávalos

Ser periodista es más difícil que nunca. No sólo estamos obligados a reportar con precisión, equilibrio y justicia sino que lo tenemos que hacer con rapidez digital en un ambiente sumamente competitivo. Además, sigue siendo muy peligroso ser un periodista independiente tanto en Iraq y en Afganistán como en México y Cuba (por mencionar sólo cuatro países). Y, como si esto fuera poco, la gente tiene una muy pobre impresión de nuestro trabajo.

El periodismo se ha convertido en una de las profesiones que generan más desconfianza, al menos en Estados Unidos y según una encuesta de la empresa Harris hecha en el 2002. Los profesores (80 por ciento), los doctores (77 por ciento), los científicos (68 por ciento) y los militares (65 por ciento) disfrutan del mayor grado de confianza; los periodistas (39 por ciento) estamos casi al final de la lista, detrás de los contadores. ¿Por qué ocurre esto?

Primero, porque el periodismo no es una ciencia exacta. El periodismo, han dicho otros, es el primer borrador de la historia. Y tienen razón. Cuando vemos un noticiero, escuchamos un informe radial o leemos un reportaje, recibimos esa versión, aún sin madurar, de algo que acaba de ocurrir y que, de alguna manera, está afectando nuestras vidas. Pero es sólo un vistazo. Y en muchos casos esa primera impresión se convierte en algo muy distinto de lo que se publicó originalmente.

Y segundo, nuestra profesión requiere de un alto componente ético y en muchos casos, es cierto, nos equivocamos. El caso más reciente es el de la revista Newsweek que no pudo corroborar las declaraciones de una de sus fuentes que sugirió que el libro sagrado del Corán se tiraba por el toilet en las cárceles de la base naval de Guantánamo en Cuba. La información ocasionó protestas y muertes en el mundo árabe.

Lo que pasa es que nuestros errores se multiplican miles de veces si es que publicamos en un diario o revista y millones de veces si lo hacemos por la televisión o la radio. Aunque luego corrijamos, la misma corrección será interpretada como otro error. Y si a esto le sumamos los casos, poquísimos, en que un periodista inventa información, miente, oculta datos clave o toma partido, entonces podemos entender por qué mucha gente, simplemente, no nos cree.

Pero un periodismo proactivo, enérgico, sin miedo, es necesario en cualquier sociedad democrática. La principal labor social del periodista es evitar, a través de la denuncia, los abusos de los que detentan el poder. Y si nosotros no...

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