Jorge G. Castañeda / Referéndum para decidir

AutorJorge G. Castañeda

Para cualquier persona sensata es evidente que nuestras instituciones no sirven para gobernar, sólo para administrar. El andamiaje institucional de un país no tiene el propósito de poner a la gente de acuerdo, sino de dirimir los desacuerdos inherentes a la democracia. Nunca vamos a estar de acuerdo todos, ni tenemos por qué; el tema es cómo resolver los desacuerdos de manera productiva. Por primera vez en muchos años -y una vez no es costumbre- estoy de acuerdo con el PRD y AMLO: tienen razón en proponer que se resuelva el debate de la reforma energética vía referéndum.

Desde hace años (y recientemente: Somos muchos, 2004, y en mi campaña como candidato independiente) insisto en que el recurso del referéndum es indispensable para volver funcional el régimen presidencial que tenemos o, incluso, a uno semipresidencial que lo sustituyera. Así funcionan todos los países democráticos del mundo, con excepción de Estados Unidos. Abundan los ejemplos de referenda en el mundo para tres cosas: a) tratados, b) cambios constitucionales y c) asuntos de legislación secundaria de gran trascendencia: el gas en Bolivia, el estatuto de Quebec y las comunidades nativas en Canadá, la Constitución europea en Francia, Holanda o Dinamarca, el euro en Suecia, el régimen parlamentario presidencial o monárquico en Brasil, el TLC con Estados Unidos en Costa Rica, la reelección indefinida en Venezuela. El referéndum se usa en distintos países para diversos fines.

En México no existe esta figura, aunque algunos partidos lo han propuesto de tiempo atrás. ¿Qué mejor manera que resolver el tema del petróleo que un referéndum? Sobre todo que el Peje, Pablo Gómez y comentócratas de izquierda, sí moderna, como Joel Ortega, lo han propuesto en estos días. Aún más, a cambio de aceptar el referéndum en esta materia, Calderón lograría la modificación constitucional que lo estableciera no sólo para el petróleo, sino para cualquier tema que cupiera en las tres categorías. En el fondo es la llave que abre el verdadero tesoro: la posibilidad de que el Presidente pueda consultar al país directamente, sin mediar con el Congreso, si se acepta o no un cambio de fondo en la organización de la economía, de la sociedad o del lugar del país en el mundo.

Entiendo las objeciones. Una, absurda, "los mexicanos no estamos listos". Tal vez, pero no me queda claro por qué los bolivianos, venezolanos, colombianos, chilenos, brasileños, etcétera, sí: hasta donde sé son...

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