Jorge Alcocer V. / Contraste

AutorJorge Alcocer V.

Invitado por el Instituto Universitario Ortega y Gasset, la semana pasada visité Madrid para participar en un interesante encuentro sobre el cambio político en México; sin embargo, ése no es el tema que motiva este artículo, sino la campaña electoral que se desarrolla en España, que habrá de culminar el domingo 9 de marzo cuando los electores decidirán entre confirmar el mandato al Partido Socialista Obrero Español (PSOE) o el regreso al poder del Partido Popular (PP).

Contrastante resulta que en una nación con sistema monárquico-parlamentario la campaña está concentrada en la personalidad y propuestas de los dos aspirantes a la Presidencia del gobierno español: José Luis Rodríguez Zapatero (PSOE) y Mariano Rajoy (PP). Cual si se tratara de un sistema presidencial, la propaganda en las calles y plazas, los debates en radio y televisión, las entrevistas en los diarios, las encuestas, las charlas de café giran en torno a las dos figuras que aspiran a conducir a España durante los siguientes cuatro años. A quienes en México aspiran a transitar hacia un sistema de tipo semiparlamentario -o de plano parlamentario- les causará sorpresa comprobar el singular giro que están viviendo las democracias europeas, pues el caso español no es el único; baste seguir la campaña que inicia en Italia, en donde la atención de los electores está dominada por los dos candidatos a primer ministro, Berlusconi por la derecha, Veltroni por la izquierda.

En España los partidos están impedidos de pagar publicidad electoral en TV y radio, pero no pasa día sin que en noticieros y programas especiales se difundan entrevistas y debates entre candidatos de todos los partidos, con explicable preferencia por los que representan a las principales fuerzas políticas. La agenda de temas es extensa, comprende todos los ámbitos imaginables, pero se concentra en la economía, la migración y los derechos sociales. Mientras el PP apuesta a motivar a los sectores del conservadurismo puro y duro, el PSOE coloca sus fichas en el electorado progresista, singularmente los jóvenes y las mujeres.

En el discurso no hay mayor novedad; las frases, utilizadas como martillo para machacar en la memoria de los electores, en nada se diferencian de las que escuchamos en México. "Vengo a servir, no a servirme"; "Ante notario público me comprometo...", y cosas por el estilo. Los ataques personales menudean y los trapitos son exhibidos al sol. Los voceros del PP acusaron al actual ministro de Justicia de...

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