Jorge Alcocer V. / Constitución o panacea

AutorJorge Alcocer V.

Hace más de 26 años que platiqué por vez primera con Porfirio Muñoz Ledo, por quien, pese a numerosos desencuentros, guardo afecto y respeto; en esa primera conversación, Porfirio abordó, entre otros temas, su idea de una nueva Constitución, a la que veía, desde entonces, como una especie de síntesis del pensamiento progresista de la época y basamento para nuevas transformaciones. Mi reacción de entonces es la misma hoy, al leer la propuesta de los convocados por Cuauhtémoc Cárdenas el sábado pasado.

La Constitución es vista por muchos como panacea, como cuaderno en blanco para escribir fórmulas que atiendan todos los males, o atender demandas opositoras. Por ese camino, en menos de un cuarto de siglo, el texto de 1917 ha sufrido más cambios que en los años transcurridos desde su promulgación. Creo que si alguno de los constituyentes de Querétaro leyese la Carta Magna vigente al día de ayer, se preguntaría ¿quién metió tal desorden?

La Constitución fue convertida, por obra y gracia de la transición, y luego por las alternancias, en una mezcolanza de normas "pétreas"; garantías individuales/derechos humanos; derechos sociales; reglas electorales con detalles extremos (es autocrítica); definiciones para la integración y funciones/facultades de los Poderes de la Unión, gobiernos estatales y municipales; sistema de justicia penal y administrativa; responsabilidades de servidores públicos; régimen político del DF; normas complementarias y procedimiento para reformarla.

Muchas de las reformas constitucionales aprobadas en esos años son anticipo de las leyes secundarias, y en no pocas ocasiones de reglamentos operativos. La exhaustividad fue producto de la desconfianza; a partir de que en el sexenio de Carlos Salinas se introdujo la norma que impide a un solo partido reformar la Carta Magna -no las leyes que de ella emanan- se impuso la práctica de llevar a su texto desarrollos reglamentarios que, en estricto rigor, no deben estar en ella. El artículo 41 -relativo a la materia electoral- es ejemplo extremo de esa desconfianza. (Otra autocrítica).

Con la segunda alternancia las cosas empeoraron, al colocar en los decretos de reforma constitucional un sinnúmero de artículos transitorios, con reglas de naturaleza orgánica o administrativa, y plazos para realizar actos o modificar leyes. Casos extremos han sido las reformas en telecomunicaciones...

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