John Rawls, Lectures on the History of Moral Philosophy.

AutorRivera Castro, Faviola
CargoReseña de libro

John Rawls, Lectures on the History of Moral Philosophy, Harvard University Press, Cambridge, Mass., 2000, 416 pp.

Lectures on the History of Moral Philosophy es la última versión, mínimamente editada, de las notas de clase que John Rawls distribuyó entre sus estudiantes en su curso de filosofía moral en 1991. Como Barbara Herman, la editora, lo menciona en el prefacio, Rawls impartió diversos cursos de filosofía moral y política en Harvard durante más de treinta años (de 1962 a 1991, de manera oficial y, tras su retiro, hasta 1994). Estas notas publicadas corresponden al periodo en el que Rawls se concentró en la filosofía moral de Kant y en la relación de esta última con su propia teoría de la justicia. Por tanto, buena parte del libro, prácticamente la mitad, está dedicada a la exposición y discusión de la filosofía moral de Kant. Se abordan otros autores, específicamente Leibniz y Hegel, por su relación con esta figura central. (1) La filosofía moral de Hume se presenta, en cambio, de manera independiente. Como también se señala en el prefacio, Rawls no escribió las notas pensando en publicarlas, sino para ayudar a sus estudiantes a comprender el contenido del curso. Dos razones lo convencieron para publicarlas a pesar de haberse resistido a ello por mucho tiempo. En primer lugar, las notas habían estado circulando entre los estudiantes durante años, y aceptó que era injusto no poder tener acceso a ellas por no ser amigo de alguien que hubiera estudiado ética en Harvard. En segundo lugar, existen múltiples versiones de las notas y se convenció de que valía la pena asegurarse de que la versión que sobreviviera fuera la mejor.

Además de servir como una excelente introducción a la filosofía moral de los autores mencionados, las conferencias permiten también aproximarse a una manera de estudiar la historia de la filosofía que Rawls se esforzó por transmitir a sus discípulos. Tal y como lo muestra su propia obra publicada, su interés por estudiar a los clásicos provenía de los problemas filosóficos que a él le inquietaban. Se trataba de un interés filosófico, más que meramente histórico. Lejos de que la historia de la filosofía moral fuera para él un conjunto de textos del pasado que se estudian con la curiosidad de un anticuario, era una fuente de temas para la reflexión filosófica. Como lo sugiere en la introducción, resulta inadecuado ver a la historia de la filosofía como una sucesión de respuestas, cada vez mejores, a los mismos problemas. De ser así, su estudio no podría servir de mucho a la reflexión filosófica. Él pensaba, por el contrario, que el estudio de textos históricos nos permite apreciar que los problemas filosóficos cambian a lo largo del tiempo, ya que se plantean desde esquemas de pensamiento diferentes unos de otros. Debido a ello, no hay criterios compartidos sobre lo que cuenta como progreso en su resolución: cada esquema de pensamiento condiciona tanto las preguntas mismas como las respuestas que se consideran aceptables. Sostenía también, por tanto, que para entender los textos clásicos es necesario tener presentes las preguntas que sus autores se proponían responder. Esta manera de abordar la historia de la filosofía, como un terreno fértil para la reflexión filosófica, sirve, según Rawls, como un ejercicio de autocomprensión: apreciar cómo las preguntas que los autores clásicos se plantearon estaban condicionadas por los supuestos filosóficos de los que partían nos puede motivar a reflexionar sobre nuestros propios supuestos. En consecuencia, el atractivo del libro que nos ocupa es doble: por un lado, ofrece una valiosa presentación de la filosofía moral de autores clásicos que han ejercido una gran influencia en la filosofía moral contemporánea; por el otro, arroja luz sobre la manera en que Rawls recuperó algunas ideas de estos autores por considerarlas útiles para el desarrollo de su propia teoría. En las páginas que siguen procederé apegándome al mismo orden de presentación que aparece en las Lectures y, al igual que en esta obra, dedico la mayor parte del texto a la filosofía moral de Kant. (2)

  1. Hume

    Rawls se refiere a la actitud filosófica propia de Hume llamándola "fideísmo de la naturaleza", la cual, nos dice, es resultado de una combinación entre su escepticismo y su naturalismo (p. 22). Rawls le atribuye a Hume un escepticismo teórico y epistemológico completamente radical: teórico, porque cuestiona las bases racionales de nuestras creencias; epistemológico, porque si bien acepta que nuestras creencias son inteligibles y tienen sentido, cuestiona las razones que tenemos para apoyarlas (pp. 22-23). Si bien Rawls no lo expresa de este modo, este escepticismo se combina con el naturalismo psicológico de Hume para dar lugar a un escepticismo normativo moderado (p. 23). De acuerdo con el naturalismo psicológico, la naturaleza nos determina a creer lo que creemos al haber dotado a nuestra mente con propensiones naturales que no podemos controlar: las operaciones de la imaginación y la influencia de la costumbre. Por tanto, el escepticismo normativo, como Rawls lo sostiene, tiene que ser moderado: aunque el escepticismo teórico y el epistemológico son radicales, la consecuencia normativa no es la exigencia de que seamos escépticos practicantes ya que, según Hume, no tenemos el poder para controlar nuestras creencias ordinarias mediante actos de la mente y de la voluntad. La reflexión filosófica no tiene el poder de destruirlas. Sin embargo, nos exhorta a suspender aquellas creencias que no son producidas por estas propensiones naturales, como es el caso de las creencias religiosas. Precisamente por no ser el resultado de las operaciones naturales de la mente, estas creencias sí pueden ser socavadas por la reflexión filosófica. La actitud resultante, nos dice Rawls, es la de alguien que comparte las creencias ordinarias de los demás, pero cuando va más allá de ellas, procede con cautela guiado por la probabilidad y el peso de la evidencia; si se rebasa la experiencia, la creencia se suspende (p. 24). Se refiere a esta postura usando la expresión "fideísmo de la naturaleza" porque Hume no la defiende mediante razonamientos; sino que simplemente la acepta como el resultado de un equilibrio entre sus reflexiones filosóficas y las propensiones psicológicas propias de su naturaleza.

    Rawls organiza su exposición en torno a cuatro temas: la concepción de Hume de la deliberación práctica, la tesis de que la justicia es una virtud artificial, la crítica al intuicionismo racional y la teoría del espectador imparcial. Sin embargo, dos son los intereses centrales que guían la exposición en su conjunto: en primer lugar, ofrecer una interpretación de la ética de Hume guiada por el fideísmo de la naturaleza; en segundo, determinar si se encuentra en ella una concepción de la razón práctica. A continuación me detendré brevemente en estos dos intereses.

    1.1.

    Rawls señala que Hume se propone mostrar por qué tenemos una moralidad, cómo la adquirimos, cómo funciona, y que éste es un tema al cual él aplica el método experimental (p. 73). El propósito de Hume no es decirnos cómo debemos juzgar moralmente, sino explicar por qué juzgamos de la manera en que lo hacemos. Este aspecto del fideísmo de la naturaleza destaca en varios lugares de la exposición de Rawls, especialmente en su interpretación de la justicia como una virtud artificial. Señala que el propósito de Hume es mostrar que la moralidad es expresión de nuestra naturaleza, dado nuestro lugar en el mundo y nuestra dependencia de la sociedad (p. 51). En contra de la doctrina del derecho natural de acuerdo con la cual las obligaciones morales se basan en la ley natural o divina, Hume ofrece una explicación de la moralidad como un hecho natural (p. 58), lo cual comprende tanto las virtudes "naturales" como las "artificiales". Las virtudes naturales son cualidades que los seres humanos naturalmente poseemos y que, también de manera natural, aprobamos. Entre ellas se encuentran la caridad y la generosidad. La justicia, en cambio, es una virtud artificial porque no surge naturalmente, sino por el "artificio" de los seres humanos: surge tras el establecimiento de las reglas de la justicia mediante una convención. Como Rawls lo enfatiza, Hume ofrece una explicación naturalista de la necesidad de tal convención. Son las condiciones propias de nuestra situación natural las que hacen necesarias las virtudes artificiales de la justicia y de la fidelidad en el cumplimiento de las promesas (p. 58). Las reglas de la justicia, en particular, se introducen para remediar las inconveniencias que proceden de la natural generosidad limitada de los seres humanos, así como de la escasez y la inestabilidad en la posesión de bienes externos (p. 58). Se trata, básicamente, de las disposiciones que regulan la propiedad y su transferencia, así como las promesas. Hume explica que si bien el interés personal en proteger la propia propiedad es el motivo original para el establecimiento de las reglas de la justicia, ésta llega a considerarse una virtud en consideración del interés público, el cual se ve beneficiado con el funcionamiento de las reglas de la justicia a pesar de resultar contrarias, en ciertas ocasiones, al interés personal. Rawls explica que, según Hume, nuestra aprobación de la justicia es moral cuando tiene lugar desde el punto de vista de un observador imparcial que simpatiza con el interés público --en oposición a una aprobación no moral que surge desde la perspectiva del interés personal. El punto importante para Rawls es que Hume logra explicar el surgimiento de motivos morales "artificiales" a partir de hechos naturales verdaderos sobre los seres humanos.

    En su propia teoría de la justicia, Rawls retorna esta tesis de Hume, y se propone explicar cómo la pregunta sobre los principios de justicia que deben regir a una sociedad surge en virtud de ciertas condiciones naturales propias de las sociedades humanas y a las que denomina "las...

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