Jesús Silva-Herzog Márquez / Sus tiempos

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Parece poco creíble que haya sido Presidente de México tan recientemente. Sólo cuatro presidencias lo separan de la actual y, sin embargo, puede recordársele como representante de un mundo que nada tiene que ver con el nuestro. Sus tiempos parecen de otro siglo y lo son. No digo lo obvio: que nació y gobernó en un siglo que cronológicamente terminó hace unos cuantos años. Digo que perteneció a otra era, a otro universo, a otra civilización, quizá.

Se ha hablado en estos días de su gobierno, de sus contribuciones a la apertura de nuestra política, de su monumental irresponsabilidad económica, de sus frivolidades. Quisiera hablar del personaje que se asoma en su escritura. Dudo que haya existido Presidente mexicano en la historia que haya tenido tal obsesión por su propia naturaleza, sus raíces, sus huesos, su sangre.

Las memorias que escribió desde su destierro son, naturalmente, una justificación de su gobierno, un homenaje a sí mismo. Pero no son eso solamente. Son también expresión de la angustia creada por su propia mitología. Un hombre encerrado en las cárceles de su imaginación. Las leyendas de su hidalguía, su fabulación de la historia mexicana, sus conjeturas sobre la materia y el universo construyen un drama que, sumado al poder absoluto, sólo podría haber desembocado en tragedia.

Si la expresión dijera todavía algo, podría decirse que José López Portillo vivió una vida de novela. Un niño de la clase media ilustrada transfigurada por la Revolución Mexicana; un joven apasionado que lee, se lía a puñetazos y viaja por el País; un novelista sin éxito; un funcionario que asciende discretamente los escalones del poder hasta llegar a la cúspide de un poder sin restricciones.

Un Presidente que pretende rehacer la historia de su patria y termina viéndola sumida en la desgracia; un apostador, decía Gabriel Zaid, que lo juega todo a una carta... y pierde. Un hombre que recibe primero todas las adulaciones para recibir después todo el odio. El gobernante que un día sintió la plenitud y la redondez del poder, el político que paladeó la capacidad de transformar la realidad con sólo abrir la boca y pronunciar unas palabras, postrado en la desolación. Quien se ostentaba como un animal vigoroso y sensual, abatido por las humillaciones de la enfermedad.

En una de las primeras páginas de su gruesa autobiografía, José López Portillo escribe con letras graves: "Consultaré a las sombras de mi memoria para saber cómo ha resultado mi vida. ¿Qué ha pasado...

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