Jesús Silva-Herzog Márquez / Thatcher

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Margaret Thatcher proclamó la inexistencia de la sociedad. No hay tal cosa, dijo. Existen individuos, si acaso, familias. Pronunciar esa palabra ya es mentir. Durante siglos nos han engañado con esa idea inhumana, propia de insectos, de mamíferos inferiores. El único espacio humano para el nosotros es la casa; fuera de ella no hay barrio, no hay ciudad, no hay nación. El individualismo, transformado en utopía. Pocos proyectos tan radicales en el siglo 20 como el suyo: una política para extirpar los restos de esa malévola fantasía de lo social. Instaurar en la tierra el reino irrestricto del mercado, convertir en heroísmo la codicia.

Al terminar su gobierno expuso, ante el parlamento, su convicción de que la desigualdad era irrelevante. La preocupación por la equidad le parecía simplemente ridícula. Al contestar a un parlamentario que la cuestionaba por el ensanchamiento de la brecha entre ricos y pobres, Thatcher respondió con esa fascinante contundencia sin titubeos, con su convicción hermética que la igualdad era una obsesión de los cínicos que preferían que todos estuvieran en la miseria, si era una miseria equitativamente distribuida. En su despedida triunfal reiteraba su idea de la sociedad como una ficción truculenta. Lo que importa es que cada individuo prospere. Tiremos a la basura el anhelo de un piso común, un vocabulario compartido, oportunidades equitativamente distribuidas. Le obsesionó restaurar el prestigio de la Gran Bretaña pero nunca le interesó construir una casa común.

No fue una conservadora en la tradición británica. Su prisa, su hermetismo, la radicalidad de su política eran más bien revolucionarias. Se ha visto en su ambición, en su estilo político, una especie de leninismo de derecha. El polaco Adam Przeworski, que bien entiende la morfología del discurso totalitario, advirtió la cercanía entre esas ingenierías radicales. Reinvenciones del mundo que no están dispuestas a negociar su diseño. La estructura discursiva del thatcherismo es paralela al armazón bolchevique: donde estaba la nacionalización de los medios de producción se colocó privatización; donde estaba la planificación se puso el libre mercado, y en el altar de la clase obrera que guía al futuro luminoso, al empresario, radiante portador de la felicidad que viene. Lo suyo no era la transacción con las circunstancias, la...

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