Jesús Silva-Herzog Márquez / Sobre rieles

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El estruendo de los pleitos familiares nos cautiva. Atrapa nuestra atención el ruido de los cristales rotos, las acusaciones entre los parientes, los puñetazos y las patadas que intercambian los compadres. Nuestra mirada no puede esquivar las ruinas del coche accidentado. El imán de lo desagradable nos atrapa. Pero, mientras nos detenemos a observar los golpes que se propinan los parientes entre sí, desatendemos al que avanza discreta y constantemente. El PRI y el PAN siguen enfrascados en su pleito familiar. No ignoro las diferencias entre las recriminaciones panistas y las puñaladas en el PRI. Son pleitos de distinto orden. Lo incuestionable es que ambos partidos siguen enfrentados por sus disputas domésticas y no pueden salir a caminar a la calle. Mientras esos partidos viven aún bajo secuestro domiciliario, hay uno que camina con soltura por el país. Avanza. Quizá no sea propiamente un partido, pero el candidato que no tuvo la molestia de pelear su candidatura, recorre la nación sin el fastidio de las polémicas internas. Su candidatura marcha sobre rieles. Al tiempo que la campaña del PAN se estanca y la campaña del PRI se descarrila, la campaña perredista avanza con tranquilidad.

El paso de López Obrador resalta, en primer lugar, por el contraste. Los panistas tienen ya candidato a la Presidencia pero no logran concentrar todos los respaldos para catapultarlo fuera del partido. El pretendiente derrotado no solamente se equivocó de estrategia sino que resultó un mal perdedor. Cuando confiaba en su victoria había pedido el retiro generoso de sus adversarios para evitar al partido los costos de una contienda larga y una candidatura demorada. Ahora, que no tiene ninguna posibilidad de triunfo y tras haber acumulado dos claras derrotas, masculla justificaciones. El hecho es que el antiguo ministro del interior no solamente se empecina en su causa sino que pretende enlodar al inminente candidato de su partido -triste despedida de un político vencido. En el PRI las cosas son mucho peores. La disputa interna priista llega a los extremos de la violencia verbal para dar paso, de inmediato, a los extremos del cinismo. Ayer: M es un corrupto; hoy: M es mi compañero. En el desayuno: es un traidor; en la comida: es un pillo; por la cena: es mi amigo. El PRI sigue atrapado en sus propios enredos: de la acusación a la reconciliación fingida; de la puñalada al abrazo postizo. En el PRD, el antiguo partido de las tribus no se asoma ninguna escena...

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