Jesús Silva-Herzog Márquez / Miguel de la Madrid

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

En Palacio Nacional, con la representación de los tres Poderes de la Unión, con un mensaje del Presidente de la República, el Estado mexicano despidió a Miguel de la Madrid. Una ceremonia inusual, inesperada que abrió un breve paréntesis al canibalismo de nuestra historia.

El funeral adquiría un significado adicional por responder a la iniciativa de un Presidente panista honrando a un priista. La enemistad entre partidos se suspendió para darle a México una de sus escasas ceremonias de Estado. Representación de una unidad que trasciende las rivalidades de facción, memoria de instituciones que escapa de los enconos personales.

Honrando al Presidente De la Madrid, el Presidente Calderón dio un ejemplo de civilidad republicana. Que no estemos acostumbrados a ritos como el reciente no es prueba solamente de la inclemencia de nuestra política, sino del terrible menosprecio a los protocolos elementales de la vida pública.

Miguel de la Madrid fue un Presidente honesto, fue un Presidente sobrio y austero que ejerció el poder con un denso sentido de responsabilidad. No enloqueció con la Presidencia ni lo cegó la pérdida del poder. Visto a la distancia de los dos sexenios priistas y los dos sexenios panistas que nos separan de su Administración, puede verse a de la Madrid como un buen símbolo de ese régimen político que marcó a México durante buena parte del siglo 20.

En él está, seguramente, la gran virtud del priismo: el ánimo del consenso y está también su gran mancha: la connivencia. No fue un fatuo enamorado de su mitología como su antecesor. Tampoco lo envenenó, como a su sucesor, la soberbia de la razón técnica. Fue un político dedicado a cuidar a un régimen, consciente, como el que más, de su fragilidad. Un reformista tímido que no buscó el cambio por lealtad a una receta, sino por el dictado mismo de las circunstancias. Como bien lo entendió Reyes Heroles, el burkeano, la prudencia de aquel régimen consistía en una disposición de cambiar para preservar la estabilidad. Un reformismo conservador.

Tal vez haya sido Miguel de la Madrid el último representante de esa prudencia consensual que caracterizó al régimen. Si la expropiación bancaria había sido un golpe tan fuerte para un Gobierno que aún no asumía el cargo, era precisamente porque atentaba contra una de las alianzas básicas del sistema. Desde entonces, el Presidente entendió que tendría que preservar todos los pactos vigentes y restablecer todos pactos rotos.

Aquel sistema carecía, a...

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