Jesús Silva-Herzog Márquez / Etimología y política

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El establecimiento del derecho universal al matrimonio en la Ciudad de México ha servido para poner en claro la filosofía política del PAN. De aquello trata la reforma en el Distrito Federal: de la universalización de un derecho.

El cambio implica la generalización de una libertad que sólo podían ejercer algunos. La reforma se inscribe en el camino de los derechos civiles que han ido eliminando progresivamente la discriminación. Si no hay razón para negar el voto por razones de raza; si no hay justificación para impedir que un cargo sea ocupado por una mujer, tampoco encuentro razón válida para rehusar el reconocimiento público a una pareja que se compromete, sea cual sea su identidad sexual.

El PAN ha ofrecido sus razones para oponerse al derecho universal al matrimonio. Son interesantes porque revelan el sitio donde alojan la política. Nunca como ahora se ha expuesto la relación de Acción Nacional con la ortodoxia, su disposición a convertirse en escudero de lo sagrado.

En materia política, el PAN ha pensado con cabeza propia. Ahí se han discutido y promovido cambios de signo positivo en la vida pública del País. Pero ahora que se debate lo más íntimo, lo más personal, el partido gobernante no ha podido más que defender las ofuscaciones clericales y exigir la sumisión de la política frente a la fe.

Obispos y panistas nos dicen que el matrimonio no es cosa humana, que es manifestación de la naturaleza. Una práctica milenaria que el capricho democrático no puede alterar. Siendo un fruto natural, el matrimonio escapa del poder humano. El hombre no instauró caprichosamente la familia; no la inventó la sociedad, ni la ensambló algún gobierno con fines utilitarios. El matrimonio fue diseñado por la amorosa inteligencia de la que brotó el cosmos. Un acto de soberbia imperdonable, un atropello de consecuencias morales devastadoras sería que la vanidad humana pretendiera rehacer la inmejorable institución.

A Mariana Gómez del Campo, empeñosa dirigente del PAN en el Distrito Federal, debemos la clarificación de la filosofía panista. En una interesante entrevista con Carlos Puig, Gómez del Campo defendió la tradición como tabú. No invocó lo que ha sido como sugerencia de lo que debe seguir siendo, ni habló de los orgullos de lo heredado. De esa tradición conservadora pueden brotar advertencias sensatas.

Lo notable en la reflexión de Gómez del Campo es que no despliega esa lógica, sino que invoca lo sobrehumano, lo inalterable. Acudió al expediente...

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