Jesús Silva-Herzog Márquez / Ciudadanizar

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La idea de ciudadanizar ocupa un lugar prominente en el catálogo de opiniones elegantes. Ciudadanizar: abrir la política a los hombres de la calle, romper el perverso monopolio de los políticos avaros, despejar el terreno para acoger la contribución desinteresada del hombre común. En la ciudadanización se quiere recuperar el sentido épico de la democracia. El compromiso auténtico con la igualdad. Un diccionario contemporáneo de las ideas recibidas tendría que alojar alguna definición semejante que glorificara ese verbo tan admirado en nuestra época. Cuando Flaubert diseñó su diccionario de prejuicios trató de incluir en su listado todas las ideas irreflexivas y populares que colmaban su tiempo. Bien sabía que no hay crítico más demoledor que el espejo. Si siguiéramos su ejemplo, tendríamos que incorporar la teoría democrática de los correctos. Decir que resulta indispensable romper el estanco de los partidos para abrir el juego político a la participación individual espontánea y generosa de los ciudadanos es una de las nociones indispensables para ser considerado un demócrata decente y respetable. Es que al lado de este verbo tan audaz existen dos verbos repugnantes: partidizar, politizar. Partidizar es robar; politizar es corromper. En un campo, ciudadanos limpios y virtuosos; en el otro, políticos pillos, miserables, repugnantes.

Poco se puede agregar a la reciente reflexión de José Woldenberg sobre los abusos de ese discurso de la ciudadanización de las candidaturas a puestos de elección popular ("Baratijas", Reforma, 25 de agosto de 2005). Como bien argumenta Woldenberg, el discurso es absurdo desde el nombre: todos los candidatos son ciudadanos; que un partido postule a un hombre no significa que le arrebate la calidad de ciudadano. Ningún partido mexicano postulará marcianos. Más que candidaturas independientes, las candidaturas sin partido son ofertas meramente personales: movimientos sin reglas ni procedimientos regulares cuya única función es respaldar a un personaje. Pueden ser hombres de negocio o de reflexión. Es lo mismo. El romántico verbo de la ciudadanización esconde un proyecto menos apuesto: la invertebrada política del caudillo. La llamada ciudadanización no es oxígeno democrático. Es el primer paso de su contrario: la desinstitucionalización del pluralismo.

No se trata, por supuesto, de defender los partidos que tenemos. ¿Cómo se les podría defender? Es cierto que la ley mima a los partidos: les entrega una enorme bolsa...

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