Jesús Silva-Herzog Márquez / La libertad y la bandera

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El 27 de octubre de 1914 Antonio Díaz Soto y Gama protagonizó una de las sesiones más álgidas de la Convención de Aguascalientes. El delegado zapatista subió a la tribuna del Teatro Morelos y se encontró con la bandera de México. Obregón la había colocado ahí con la intención de que todos los delegados pusieran su firma sobre su franja blanca. Esta bandera, dijo, no es más que un pedazo de tela, un trapo ridículo. En ese momento, el orador estrujó la bandera que a su juicio expresaba una mentira histórica. Este paño es el símbolo del triunfo de la reacción clerical de Iturbide, decía mientras comprimía el símbolo con un gesto que parecía epiléptico. Eso, por lo menos, cuentan las crónicas. La bandera de los tres colores era la enseña de una mentira histórica. De inmediato reventó la furia de los delegados. Varios de ellos sacaron la pistola y la apuntaron al orador zapatista que se atrevía a insultar a la bandera y a estrujarla. Que se calle el traidor. Bajen de inmediato al renegado. Un corrido de la época versificó así el gesto del abogado Soto y Gama:

Con arranque de patriotismo

los diputados propusieron

que sus firmas se asentaran

en la enseña tricolor.

Hubo debates caldeados

para rebatir la idea,

y un enviado de Zapata

hizo una ofensa muy fea.

Desgarró nuestra bandera

diciendo que era quimera,

que un trapo no era la Patria

sino una enseña cualquiera.

La censura del abogado potosino fue recibida con furiosa indignación. Los delegados a la Convención no esperaron su turno para hilar una defensa razonada del símbolo: aullaron coléricamente llamando bandido, traidor, miserable a quien se había atrevido a cuestionar la pureza del emblema de la patria. No faltaron quienes sacaron la pistola para amenazarlo. El delegado zapatista había rebasado la línea de lo tolerable y debía ser silenciado de inmediato. Era inadmisible el insulto a la sacra bandera. Tal es la intensidad de la pasión patriótica, un reflejo bilioso y vengativo, una orden de silenciar y apalear a quien osa ofender sus efigies.

El escritor campechano Sergio Witz puede ir a la cárcel por el crimen de haber escrito un poema que denigra a la bandera mexicana. En su escrito publicado en una revista literaria de Campeche, la bandera mexicana aparece un trapo en el que se acuestan los perros, un papel para las inmundicias, un paño de excrecencias. A decir verdad, la escatología del poema parece un tanto pueril, un arrebato más inocente que malicioso. El asunto no es, sin embargo, la...

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