Jesús Silva-Herzog Márquez / El agujero

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Si Fox recibió el mandato trepado en la esperanza de la vitalidad democrática, ¿cuál será el paisaje mexicano dentro de tres años? Decía Norberto Bobbio que había momentos en que el pesimismo era un auténtico deber civil. En tiempos oscuros, sólo quienes desean la catástrofe y quienes creen que el final de la película siempre es feliz pueden darse el lujo de ser optimistas. Difícilmente se puede esperar que las cosas se compongan en el corto plazo cuando el país se encuentra en un agujero. No nos encontramos a la mitad de un túnel porque no caminamos dentro de una montaña oscura con rumbo a la salida. Estamos atrapados en un hoyo sin siquiera avanzar hacia la escapatoria, sin siquiera darnos cuenta de que caemos en el foso, que el tiempo se escapa y que la casa sigue deteriorándose.

El espectáculo al que asistimos todos los días ya no es el simple entretenimiento de los desacuerdos, la conocida fiesta de las riñas y las injurias, las marchas del clientelismo que dice ser El Pueblo Auténtico. Bajo las formas de la discrepancia, de los pleitos y las marchas no hay sustancia. No hay una confrontación de ideas, un enfrentamiento de proyectos. Simplemente el desfile de la ineptitud, cuando no de la mezquindad. Dirigentes, legisladores, ministros y asesores aporreándose, mientras el país continúa deslizándose por la pendiente. La política se ha encuerado. Muestra sus miserias sin ningún recato. El striptease llama la atención porque el poder suele ser pudoroso: no le gusta mostrarse desnudo, tal cual es. Necesita disfrazarse de algún modo: un traje que lo vista con ánimo de futuro, un vestido que lo envuelva con deseos de cumplir un proyecto, zapatos para llegar a algún sitio. Todas estas ropas visten el poder y otorgan un sentido a la lucha por el mando.

Las ropas de las que hablo no son engaños. Son emblemas que otorgan sentido a la política. Un partido socialista tiene un proyecto y una estrategia. Observa, critica la realidad que observa y quiere construir una realidad distinta. Para eso se organiza, convoca a la gente y actúa. Obviamente, habrá distintos enfoques dentro del partido: unos serán más impacientes que otros; habrá un debate sobre la escalera de prioridades y una discusión intensa sobre el mando. Pero en todo caso, veremos una línea visible de acción política. Un trazo que permitirá a los ciudadanos acercarse o alejarse de ese grupo. Lo mismo se diría del resto de los actores políticos: gobierno, sindicatos, partidos...

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