Jesús Silva-Herzog Márquez / La voz del 88

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

La reunión de los fundadores de la Corriente Democrática es un buen recordatorio de que ese proceso que inició a fines de los años ochenta del siglo pasado produjo un cambio histórico. El cambio se asentó en nuevas reglas, en instituciones confiables, en alternancias y en un complejo mecanismo de controles. No imagino una reunión para celebrar acríticamente los frutos del "régimen de la transición". Por el contrario, la trayectoria de Cuauhtémoc Cárdenas, de Ifigenia Martínez y de Porfirio Muñoz Ledo da cuenta de importantes y profundos desacuerdos con las políticas y los resultados del pluralismo en los últimos veinte años. Pero interpreto su aparición pública como un llamado de alarma frente a la pretensión de barrer con todo lo existente, a partir de la vanidad de que nada de lo anterior tiene mérito.

El nuevo régimen desconoce la transición. Le parece una farsa, un engaño. A su juicio no hubo tal cosa. Lo que hemos vivido desde la alternancia del 2000, no es más que cambio de camisetas para defender las mismas políticas ruinosas. Lo notable de esa lectura es que pasa por alto la profunda transformación que se ha vivido en el orden político. En muchos sentidos, la transición puede haber sido decepcionante y en algunos casos, incluso, contraproducente, pero no fue una mentira, ni fue un cambio superficial. La transición fue un hecho histórico. Desconocer su impacto en la experiencia de la ciudadanía, en la apertura del debate público, en la proliferación de contrapesos e instancias de neutralidad es cerrar los ojos a lo evidente. Es desconocer la naturaleza de los retos políticos que tenemos por delante. Insisto: reconocer la transición no es celebrarla como un acontecimiento precioso: es advertir que los problemas que enfrentamos derivan, precisamente de ella.

Pero el Presidente no conoce gratitudes ni está dispuesto a reconocer predecesores. No aquilata la contribución de la generación que le antecedió, no aprecia su contribución a la construcción del pluralismo. Andrés Manuel López Obrador se imagina como el fundador solitario de una democracia cuyo único antecedente fue el maderismo. La historia de lo inmediato que el oficialismo nos cuenta cotidianamente es el relato de un horror: el neoliberalismo. De ahí vienen todas las desgracias de la nación. En ese proyecto económico se comprime...

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