Jesús Silva-Herzog Márquez / El médico como síntoma

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El oficialismo no quiere que hablemos de responsabilidad. Sostiene que la catástrofe es una fatalidad que hemos de sobrellevar con resignación. Nos pide que creamos en la palabra del Presidente que insiste en que nos ha ido bien, que ya vemos la luz al final del túnel, que tenemos a un funcionario ejemplar a cargo de la estrategia. Sin muchos argumentos que ofrecer, sin datos que fundamenten el orgullo, el Presidente pide fe. La credulidad presentada como deber patriótico nos pide cerrar los ojos. Ignorar lo que leemos en la prensa, desestimar lo que se dice de nosotros fuera del país, taparnos los oídos a lo que escuchamos en el entorno más cercano. La política del lopezobradorismo se ha convertido en una política de fe. Por eso hay que gritar las consignas o transcribir las etiquetas del orgullo hermético y defender, a capa y espada, al médico del régimen. La petición es inaceptable: a López-Gatell hay que cuestionarlo con la severidad que merece. Sobre sus espaldas recae buena parte del desastre que vivimos.

Nadie dice que haya inventado el virus en su laboratorio, que sea el responsable de la obesidad, o de los rezagos en el sistema de salud. Nadie dice que sea el responsable exclusivo. Pero es, sin duda, el responsable principal. Él definió la estrategia que ha resultado desastrosa y debe ser tratado a la luz de los efectos de su política. Se nos dice que cuestionar el impacto de sus mensajes y la consecuencia de su ejemplo es una obsesión enferma. Que es de mal gusto personalizar, que hay que hablar solamente de condiciones estructurales y del carácter planetario de la adversidad. Los argumentos en defensa del médico del régimen me parecen aberrantes. Cuando la responsabilidad desaparece, la política se vuelve inhumana. López-Gatell debe ser considerado como el principal responsable del severísimo agravamiento de la crisis sanitaria en México porque la epidemia no es castigo de ningún dios. La intervención humana tiene consecuencias y es eso lo que debemos evaluar. Si señalamos la responsabilidad de Felipe Calderón por el aumento de la violencia y la barbarie durante su gobierno; si señalamos la responsabilidad personal de Peña Nieto en el reinado de corrupción en su sexenio, debemos igualmente advertir la responsabilidad del presidente López Obrador en el manejo de la crisis sanitaria y, en particular de su favorito, el doctor López-Gatell.

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