Jesús Silva-Herzog Márquez / Lamento por el PAN

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Habrá Frente. Confieso que no creí que el esfuerzo culminaría en una candidatura común. Creí que, después de los desplegados de feliz coincidencia, la alianza terminaría rompiéndose. Se impuso la astucia y la ambición del expresidente del PAN, dispuesto a aniquilar a su partido para quedarse con una candidatura presidencial.

Es de lamentar la desaparición de Acción Nacional del escenario electoral. Si Anaya no ha matado definitivamente al partido que lo hizo su dirigente, ha anulado por esta temporada electoral a una de las instituciones democráticas más longevas y más importantes en la vida de la república. La crisis de Acción Nacional es más profunda que la de 1976, cuando decidió no postular a un candidato presidencial. Aquella decisión fue, finalmente, producto de un intenso y complejo debate público. La decisión -desde luego, polémica- era congruente con su historia y era fiel a sus valores. Significaba la denuncia de un régimen al que no se pretendía legitimar con la falsedad de la competencia. Quienes creían que participar en las elecciones era hacerle el juego al régimen expusieron públicamente sus razones y se enfrentaron a quienes defendían con terquedad la participación. La discusión se verificó públicamente y el partido tomó la decisión de abstenerse. La decisión de un partido democrático. Hoy los panistas han visto, por primera vez en su vida, la autoproclamación de su candidato a la Presidencia. El dirigente de Acción Nacional se hizo del control absoluto de la estructura. Supo aprovechar los resentimientos que ahí había generado la camarilla de Felipe Calderón y canceló cualquier posibilidad de debate interno. Apoyado en sus aliados externos, suspendió los derechos de los militantes, proscribió la competencia interna, arrinconó a los adversarios, se hizo a sí mismo, candidato. Acción Nacional sucumbió a una dictadura. Eso fue la administración de Anaya: un régimen de excepción que concentró todo el poder en una persona negando los derechos ordinarios de los militantes panistas.

Anaya y sus promotores se llenan la boca con la palabra democracia pero no se atreven a practicarla. Nunca estuvieron dispuestos a correr el riesgo de perder. Es decir, nunca creyeron en la vía democrática. ¿Alguien podría señalar...

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