Jesús Silva-Herzog Márquez / Destapado y destapador

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Pronto, muy pronto al parecer, se acelerará el tiempo de la política mexicana. Terminará la espera en el partido gobernante y se pondrá en movimiento frenético la campaña por la Presidencia. Se cumplirá la arcaica liturgia y súbitamente todos los priistas estarán milagrosamente de acuerdo. Contemplaremos el bochornoso carnaval de la adulación.

Todos los priistas, con excepción de quien será pronto catalogado como lunático, coincidirán: el candidato ungido es el mejor hombre para conducir el País por los siguientes seis años. Sólo él podrá salvarnos de la desgracia populista. Patriota, servidor público ejemplar, exitosísimo funcionario, gran bailarín y cocinero de fantásticos chilaquiles.

Una buena parte de los medios hará eco al unánime entusiasmo de esa tribu. Nos mostrarán durante varios días retratos del candidato cuando era niño, se rescatarán sus boletas de primaria, se le describirá no solamente como un gran político, sino también como un atleta y como un artista consumado. Por supuesto: gran padre de familia, cariñosísimo esposo, compadre leal.

El Presidente Peña Nieto disfruta ese ámbito del poder donde sigue siendo, sin disputa alguna, soberano. Su dedo índice no enfrenta contrapeso alguno. No necesita negociar con nadie. Es él y sólo él quien decide.

La del Presidente no es la última voz: es la única. Supremacía es soledad. Su partido es, en efecto, suyo y de nadie más. Las corporaciones y las clientelas, la diversidad regional, la complejísima mezcolanza de intereses del PRI desaparecen cuando se trata de la herencia.

El partido gobernante tiene dueño. El patrimonialismo que en otros ámbitos da señas de vergüenza, pierde disfraz en el PRI. Ahí no hay intento siquiera de simular deliberación y competencia. Un partido nacional cuelga del capricho de un hombre. Ese hombre, cuando se anima a hablar del tapado, se desdobla y habla como vocero de la historia.

Cuando, hace unos días, el Presidente nos llamó despistados, subrayó que el misterio de su decisión sólo lo conoce él. El Presidente asume que por su voz habla una sabiduría tradicional. El partido sabe, el partido conoce, el partido valora... Cuando da esas señales, el Presidente Peña Nieto comparte con el País sus hábitos digestivos.

La cobertura mediática tenderá a normalizar lo que es aberrante. Se irá con el señuelo de la novedad ignorando la restauración del mecanismo. Y tal vez...

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