Jesús Silva-Herzog Márquez / La política de la humillación

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Donald Trump tuvo la primera reunión con su gabinete completo a principios de junio. Las ratificaciones del Senado habían retrasado la integración de su equipo. Fue una reunión breve que atestiguó íntegra, la prensa. El espectáculo que se escenificó en esa sesión fue grotesco. El punto de partida fue, por supuesto, la mentira. El Presidente de Estados Unidos habló de sus extraordinarios logros y su gran productividad legislativa. Nadie ha logrado tanto como yo, dijo quien infrecuentemente se tropieza con la verdad. Solo Roosevelt logró mayores reformas legislativas -pero eso fue porque estaba encarando la Gran Depresión, aclaró. Ni una sola reforma legislativa, vale recordar, ha logrado el señor Trump. Después invitó a sus colaboradores a hablar. Uno por uno, habrían de presentarse ante el gabinete. Lo que aconteció en los minutos siguientes fue un circo de adulación. Comenzando por el vicepresidente Pence, todos los colaboradores se desvivieron en elogios al Gran Líder que estaba logrando el milagro de recuperar la grandeza de la patria. Una ceremonia de adulación. Gracias por la oportunidad, gracias por la bendición, gracias por su liderazgo, gracias por su visión, gracias por su valentía y su patriotismo... El jefe de gabinete de Trump, Reince Priebus, le dijo: "en nombre de todos los que lo rodeamos, le agradecemos por la oportunidad y la bendición que nos ha dado para servir a su proyecto y al pueblo americano".

La prensa resaltó de inmediato lo grotesco que era el ritual. No hubo ninguna discusión sobre los proyectos del gobierno, sobre las prioridades de la agenda política. Solo una competencia de piropos. Se trataba de una demostración de lealtad. Es claro que, para el Presidente Trump, el compromiso público solo puede ser un acto de lealtad al Presidente Trump. Habrá que decir que esas muestras de adulación, típicas en las dictaduras militares y en los regímenes autocráticos, no son frecuentes en la política norteamericana. El atrevimiento significaba uno de los cambios más significativos de la disruptiva Presidencia: un bautismo de indecencia.

Para colaborar con Trump hay que estar dispuesto a defender lo indefendible y recibir la vejación como un servicio a la patria. Gracias, Presidente: que sus magníficos insultos lleguen hasta la pequeñez de mi existencia ha sido una de las grandes bendiciones de mi...

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