Jesús Silva-Herzog Márquez / La secta y la camarilla

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

El año se irá dejando en crisis de sobrevivencia a uno de los partidos centrales de la transición. Pronto nos acostumbramos a pensar el horizonte electoral como un biombo de tres lienzos. PRI, PAN, PRD. Un partido indefinible y dos opciones difusamente ideológicas disputándose el centro. Las competencias locales podían variar de competidores pero, a nivel nacional, esas tres opciones daban la coloratura a la representación legislativa y a la pelea por la Presidencia. La mampara de las tres pantallas se ha convertido de pronto en un mosaico complejo, inestable, impredecible. La indignación tiene ahora dos vehículos atractivos: el primero es el de los candidatos sin partido; el segundo se llama Morena. Amenazas para los tres partidos tradicionales pero, sobre todo, para el Partido de la Revolución Democrática. La organización que representó la esperanza de una izquierda unificada vive hoy la crisis más seria de su historia. No se exagera cuando se escucha que su sobrevivencia está en juego.

Dos formas de entender la política chocaron para darle al traste a ese importante proyecto histórico. La primera proviene de la secta, la segunda de la burocracia. El caudillismo que exige sumisión absoluta y el patrimonialismo de quien entiende un órgano público como propiedad de un grupo.

Se sabe bien que, para Andrés Manuel López Obrador, no hay política digna que no sea obediencia total a su dictado. Dentro de su partido no habría posibilidad de cuestionarlo. Dudar de sus estrategias, criticar sus decisiones, polemizar con sus dichos es poco menos que un acto de traición. Por eso puso a su antiguo partido ante una disyuntiva elemental: aplaudirlo siempre... o traicionar a la patria. Quienes no estuvieran dispuestos a seguirlo en todo y hasta el último de los días se entregaban a la mafia. Para el sectario, una diferencia de opinión es una falla moral. Quien tiene una opinión distinta a la del profeta es un inmoral, un traidor, un pillo. ¿Qué posibilidades hay de construir un partido cuando el político más popular de esa organización exige a sus seguidores una renuncia al juicio propio? Esa es la petición del sectario: la renuncia al pensamiento.

Las lealtades de la secta son contrarias a la dinámica de un partido político en un contexto democrático. Una organización tan compleja como el PRD no podía someterse por siempre a las exigencias devocionales de un líder que divide el mundo en dos: incondicionales y depravados. El pluralismo llama a la...

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