Jesús Silva-Herzog Márquez / El Estado y la verdad

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Nunca ha sido buena la relación entre la verdad y la política, dijo Hannah Arendt. Desde el comienzo de la historia el sigilo, el engaño, la mentira se han usado para lograr fines políticos. Puede ser cierto: nunca se ha catalogado la sinceridad como una virtud política. Sospecha Arendt que mentira y política nacen del mismo sitio. La acción es, como la mentira, una forma de negar la realidad. Cuando se actúa políticamente se advierte que la realidad puede ser refutada. Dice Arendt: "la deliberada negación de la verdad fáctica -la capacidad de mentir- y la capacidad de cambiar los hechos -la capacidad de actuar- se hallan interconectadas. Deben su existencia a la misma fuente: la imaginación".

El mentiroso tiene una ventaja sobre los demás. Cocina su interpretación del mundo de tal manera que resulta plausible, coherente, aceptable. Llena huecos, une líneas, ofrece detalles y oculta datos para imprimir verosimilitud. Mientras el sincero se ve obligado a reportar las incoherencias que observa y deja a la intemperie los eventos que se le esconden, el embustero puede moldear su cuento para imprimirle contundencia. Puede ser más fácil creer en la redondez de una mentira que en la pedacería de la verdad. Arendt confía, sin embargo, que la mentira tiene vida corta. Aún los regímenes más autocráticos y complejos, aún los sistemas totalitarios terminan siendo víctimas de su mentira. Quien engaña termina engañándose. El gobierno que miente pierde contacto con la realidad y, en consecuencia, capacidad para actuar en ella. La mayor amenaza de la mentira es el autoengaño.

Arendt reconocía la presencia de la mentira en la política de todos los tiempos. También sabía que la democracia dependía de la sobrevivencia de la verdad. El totalitarismo al que combatió toda su vida era un régimen que tenía que controlarlo todo: la política, la economía, la ley, la verdad. Porque el poder aspira siempre a definir autocráticamente la realidad, porque el poder aspira a rehacer el pasado a su conveniencia, porque el poder desea que los súbditos vean el mundo a través de su palabra, es necesario defender el derecho a la verdad. Verdad sobre los hechos, naturalmente. El pluralismo se alimenta de opiniones, de controversias, de juicios contradictorios. Pero para que ellos puedan ventilarse, es necesario que la verdad de los hechos sea conocida. Dice Arendt en su ensayo sobre la verdad y la política: "La libertad de opinión es una farsa, a menos que se...

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