Jesús Silva-Herzog Márquez / Política del odio

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Se le ha visto como arquitectura y como navegación. Arte de construir la casa común, peripecia de las travesías. La política es dibujada como edificación y como navío. También es comparada con la medicina: ciencia y arte de las curaciones. Sí: una clínica, un sanatorio de las pasiones humanas. Vista como intervención medicinal, la política pretende curar la perturbación de las emociones colectivas, moderar la pasión o emplearla como alimento. La emoción, desde luego, no está nunca ausente de la vida pública. Será que, a pesar de lo que se nos ha dicho, somos más una cazuela de afectos que una calculadora de intereses. Por eso la política cojea cuando se le piensa solamente como una máquina para acomodar (para el asiento o el traslado) los derechos y los intereses de la gente. A la política corresponde también algo más complejo, etéreo: procurar la salud de las sociedades. Detectar las raíces del odio, atender las causas del rencor, templar los furores de la rabia. Me temo que los adelantos de la arquitectura política y los inventos de la navegación política son infinitamente superiores a las curas del sanatorio político. Algo sabemos de reglas de convivencia y de mecanismos para el movimiento; no es claro cómo se alivia el odio colectivo.

Pienso en esto por la fuerza con que el resentimiento estalla en la plaza pública. Porque la política aquí y en muchos lados parece concentrarse en la expresión del encono antes que en la articulación de exigencias negociables. Proclamación teatral, violenta, de antipatías que van mucho más allá de los antagonismos del desacuerdo. Contemplamos, inermes, el espectáculo del odio. Dos fenómenos radicalmente distintos, en sitios distantes del planeta, tienen ese ingrediente común: el rencor como el ánimo políticamente dominante. Pienso en el resentimiento pirómano de nuestras protestas. Movilización del resentimiento para la destrucción simbólica de todo lo enemigo. Pienso también en el rencor asesino de los terroristas. No digo, no insinúo tampoco, que sean formas políticas idénticas. No digo que deba calificarse de terrorista la protesta que se ejerce en la ilegalidad. Lo que creo es que su fuente es similar: una rabia intensa, una indignación profunda que encuentran alivio en el estallido.

Vale registrar la importancia de la...

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