De cómo Jesús conquistó América

AutorIrma Braña

Se presume que la primera Navidad celebrada en América tuvo lugar en 1528, gracias a Fray Pedro de Gante. Quedaría inscrito en el Códice Franciscano que el religioso convocó a todos los indios conversos, o en proceso de conversión, para entonar el himno "Ha nacido un Redentor".

Poco después Fray Pedro escribiría al Rey Felipe II sobre este acontecimiento y otros más relacionados con el proceso de evangelización de los indígenas.

A su vez, Fray Bernardino de Sahagún escribió, en su Salmodia Cristiana, cantos y explicaciones acerca de la Navidad, mismos que acompañara de grabados relativos a la Natividad de Cristo, la Circuncisión del Señor y la Epifanía, o sea la adoración de los Reyes Magos.

En 1530, Fray Juan de Zumárraga ordenó la escenificación de la Farsa de la Natividad Gozosa de Nuestro Salvador, una sugerente obra que fuera representada ante los primeros conversos y que, a decir de Salvador Novo, satisfizo "el gusto indígena por el espectáculo: la riqueza poética de su imaginación y su destreza manual para las artes suntuarias".

El proceso de catequización logró, por este medio, un avance sustancial que llegó a superar barreras lingüísticas y culturales, mediante la utilización del recurso dramático, tan efectivo, en estos casos. Convencidos de que la forma de persuasión más efectiva sería interiorizarse en su cultura, la mayoría de estos frailes se dio a la tarea de estudiar sus lenguas y costumbres.

Finalmente, Fray Andrés de Olmos, de quien se especula que llegó a dominar 10 lenguas indígenas, compuso en náhuatl un célebre Auto de la Adoración de los Reyes Magos. Las crónicas aseguran que este auto sacramental tuvo resultados sorprendentes que algunas representaciones fueron presenciadas hasta por 5 mil indígenas.

El reparto del Auto de la Adoración de los Reyes Magos se componía del Niño Jesús, la Virgen María, San José, Melchor, Gaspar, Baltazar, un mensajero, un ángel, el Rey Herodes, un mayordomo y tres sacerdotes judíos. Los tres primeros personajes no hablaban y permanecían estáticos, mientras que el escenario era natural, al aire libre y los reyes descendían de caballos reales. La ambientación se lograba en base a una comparsa de pastores y ángeles que entonaban cantos y plegarias, todo en náhuatl, por supuesto.

Olmos, además, consciente de la mentalidad de sus espectadores, tuvo buen cuidado de incorporar a su relato cuántos elementos fueran necesarios para una mejor comprensión y aceptación de la obra. Por tanto, adaptó...

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