Jesús Silva-Herzog Márquez / De homeopatía, amor y voto

AutorJesús Silva-Herzog Márquez

Empecemos por algún lado: la racionalidad del voto no es evidente. No es obvio que tenga sentido votar. ¿Por qué un ciudadano habría de entregar una cápsula de su tiempo si tiene bastante claro que la probabilidad de que su voto determine una elección es prácticamente inexistente? Muy pocos de los que hacen fila para votar imaginan que su voto terminará un desempate, decidiendo quién gana la Presidencia o quién llega al Congreso. Por eso hay un misterio detrás del voto: ¿por qué votamos teniendo la convicción de que nuestro voto específico es ineficaz? ¿Por qué votamos si tenemos casi la certeza de que la marca de nuestra crayola sobre la papeleta no decidirá nada? Votar es depositar una gota de agua en el mar con la esperanza de que cambie de sabor. La democracia electoral se fundamenta entonces en una racionalidad tan flaca como la que sostiene la homeopatía. Recuerdo un capítulo del alegato de Richard Dawkins contra la medicina "alternativa". La homeopatía se basa en la idea de que una sustancia diluida en agua tiene efectos curativos y será más poderosa mientras el ingrediente activo se diluya más. Mientras más disuelta, más efectiva. Pero, ¿qué tan diluida debe quedar para resultar curativa según los homeópatas? Mucho. No implica la mezcla de una gota de sustancia activa en una cazuela, ni en una alberca, ni en un lago, ni en el océano. Los homeópatas aplicarían una molécula de sustancia activa con todas las moléculas del sistema solar para obtener el frasco milagroso que resulta, en realidad, una botella de agua.

En una comunidad nacional el voto individual queda igualmente disuelto en los inmensos números. Un ciudadano tiene poca esperanza de que su decisión importe y, sin embargo, vota. ¿Por qué lo hace? Algo distinto a la racionalidad utilitaria opera en su cabeza. Quiere provocar algo, sí. Pero, sobre todo, quiere formar parte de algo más grande que sí mismo, quiere insertarse de algún modo en una comunidad. Quiere que su voz se diluya en una voz más grande y quiere sentir la satisfacción de que el sonido colectivo incluya el aporte de su garganta. El mar no cambia de sabor pero la gota de agua encuentra domicilio. El voto es por ello contribución a una decisión colectiva y, además, símbolo de pertenencia. Para el artefacto democrático, el voto es el mecanismo que lo activa. Pero para el ciudadano, el voto es otra cosa. Se trata, ante todo, de una declaración de pertenencia.

Por eso podría tener sentido anular el voto: para...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR